jueves, 27 de diciembre de 2018
EL SOLTERO MAS CODICIADO: CAPITULO 21
Pedro creyó que se le detenía el corazón. Se lo habría permitido... Todas esas noches que había pasado en vela, preguntándose, dudando... Y ahora finalmente lo sabía. Podría haberla tocado. Podría haberla besado. Tal vez incluso podría haberle hecho el amor. Pero la certeza en sí misma no era tan importante como el hecho de que Paula se lo había dicho en aquel instante y lugar. ¿Por qué se lo había dicho? Su excitación palpitaba dolorosamente por las posibilidades. ¿Había dado a entender que le permitiría hacerlo... ahora?
-Paula -aún no había recuperado el aliento del todo, por lo que su voz sonó excesivamente áspera y estridente. No la tocó. No quería arriesgarse a que esa puerta volviera a cerrarse antes de que pudiera traspasarla-. Paula -volvió a llamarla, cerrando los ojos-. Quiero ese beso ahora.
Un silencio cargado de electricidad siguió a sus palabras. Se le secó la garganta y el pulso le latió a un ritmo desbocado mientras esperaba la respuesta de Paula. Sintió un movimiento a su lado, como si ella se hubiera inclinado hacia delante para levantarse del sofá. Para alejarse.
Permaneció sentado y con los ojos cerrados, preparándose para el rechazo. Esa vez tendría que esforzarse mucho para encontrar una manera de aligerar la tensión. Pero entonces lo envolvió la fragancia femenina de sus cabellos y de su piel, y sintió el calor que irradiaba de una presencia sorprendentemente cercana. Los brazos de Paula le rodearon el cuello y él abrió los ojos.
-Antes de pagarte con ese beso -susurró ella-, quiero darte las gracias por haberme recordado todas las veces que me tiraste al agua.
Sus palabras lo recorrieron como el reflujo de la marea en la orilla. Aturdido por el deseo y la excitación, se concentró en el sensual ronroneo de su voz, en sus labios carnosos y en la promesa del beso. Ella acercó la boca a un suspiro de la suya, y él se inclinó para facilitarle el contacto, desesperado por sentir su sabor.
Pero entonces ella se retiró lo suficiente para evitar sus labios.
-Te daré ese beso -prometió-. Pero sólo cuando esté preparada.
Pedro frunció el ceño y la miró confundido. Y Paula endureció los brazos alrededor de su cuello y se aupó sobre las rodillas hasta quedar por encima de él.
-Hasta entonces, tendrás que ser cortés y educado.
-¿Educado? -consiguió murmurar él. Toda su atención se desviaba hacia sus pechos, que ahora estaban a la altura de su boca.
-Ni se te ocurra, Pedro -le advirtió ella, apartándole las manos con los codos. Pedro se dio cuenta de que había estado subiéndolas por sus costados.
La frustración se apoderó de él. ¿Qué demonios estaba haciendo Paula?
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