domingo, 23 de diciembre de 2018

EL SOLTERO MAS CODICIADO: CAPITULO 13




Apartó la mano de su muslo y volvió a bajarse la falda. Con su pelo oscuro y alborotado, sus labios húmedos e hinchados y sus ojos verdes brillando de emoción, estaba tan hermosa que hacía daño mirarla.


Y aún le haría más daño tener que soltarla y saber que no podría volver a besarla. Sería horrible ver cómo intentaba mancillar su nombre y su reputación.


Pero a lo largo de su carrera había aprendido a ignorar el dolor y cualquier otra emoción o esperanza que pudiera interferir en su trabajo. Y había aplicado esa habilidad profesional a todos los aspectos de su vida personal.


-¿Has dicho trapos sucios? -preguntó, arqueando una ceja-. Me encantan... -añadió, besándola en la barbilla.


Ella gimió y lo empujó en el pecho.


-No me estás tomando en serio.


Él se apoyó en el codo y la miró fijamente. Paula no se imaginaba lo equivocada que estaba. Él nunca había tomado tan en serio a una mujer. Y tenía intención de hacer el amor con ella.


-Crees que eres muy dura, ¿verdad? -se burló, tirándole de un mechón ondulado.


-La verdad es que sí.


-Pues si eres tan dura, no importa lo que hagamos aquí, ya que nada tiene que ver con el caso.


-¿Harías el amor conmigo aun sabiendo que voy a intentar destruirte? -preguntó ella con el ceño fruncido.


Pedro se le aceleró el pulso sólo de oírla.


-Sí.


-Y eso quiere decir... que tampoco significa nada para ti -murmuró, apartando la mirada.


Pedro frunció el ceño. Él no había dicho eso. Le puso un dedo bajo la barbilla y le hizo mirarlo.


-Te lo dije antes, Paula. Tomaré lo que pueda tener de ti.


Sus miradas se encontraron y durante unos segundos nadie habló.


-¿Por qué?


No podría haberle hecho una pregunta más difícil. Pedro no sabía qué responder. Se había convencido a sí mismo de que quería su amistad y de que una aventura sexual lo echaría todo a perder. Pero eso había sido antes de besarla. 


Antes de experimentar aquella pasión febril que sofocaba cualquier duda.


Le pasó el pulgar lentamente por los labios. Ella batió los párpados y ahogó un gemido. El pulso le latía fuertemente en la garganta. Pedro sabía que le permitiría volver a besarla.


-¿Por qué no?


Ella pareció rendirse a su lógica y lo recibió a mitad de camino. Pero, tan pronto como sus labios se habían unido, el teléfono de la mesilla empezó a sonar. El sonido indicaba que se trataba de una llamada desviada desde su contestador. Una emergencia.


Pedro cerró los ojos y reprimió una maldición. 


¿Por qué ahora? ¿Por qué en ese preciso instante, cuando estaba a punto de conseguir que Paula se olvidara de sus escrúpulos?


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