domingo, 18 de noviembre de 2018
LA TRAMPA: CAPITULO FINAL
Paula despertó de un profundo sueño cuando su marido la sacudió suavemente.
—Paula, cariño, ¿estás bien? ¿Y el bebé?
—Sí —musitó, todavía medio dormida—. Estoy bien. El bebé también. Los dos.
Él la agarró por los hombros y la miró duramente.
—Entonces, ¿qué diablos haces aquí? Escapándote así. ¿Por qué? Casi me vuelvo loco. Cuando subí a tu dormitorio y vi que no estabas, que no habías abierto la cama, me…
—¿Fuiste a mi habitación? —preguntó, sintiendo una llama de esperanza encenderse en su corazón.
—Desde luego que sí. Cuando esta noche te enfrentaste a Sergio…
—Lo siento. Ya sé que te sentó muy mal —lo interrumpió.
—¿Mal? Me encantó. Lleva metiéndose conmigo desde que íbamos al parvulario.
—Ya lo sé. Pero estaba bromeando y tú lo sabías. Actué como una tonta al intentar…
—¿Al intentar defenderme? Te lo repito, me encantó. Todo lo que dijiste me hizo pensar que quizás te gustaba un poco. Últimamente has estado tan distante que creí que tú no me…
—Oh, Pedro, no quería actuar así. Pero tenía miedo, estaba dolida. La noche antes de que fueras a Nueva York fue tan… —le echó los brazos al cuello, ocultando la cara contra su pecho—…tan maravillosa que pensé que todo iba bien entre nosotros.
—Yo también lo pensé, cielo. Yo también —dijo, apartándole el pelo de la cara, besando su frente—. Entonces, ¿qué ocurrió?
Se lo contó todo, con el rostro aún hundido en su pecho. Le explicó todas sus dudas, sus frustraciones.
—Te quiero muchísimo y pensé que tú no me querías a mí. Tenía que poner una barrera.
—Corazón mío, te amo desde que… bueno, puede que no sea desde la primera vez que te vi, vestida de novia; pero sin duda te amaba ya después de la semana que pasamos en el Pájaro Azul.
—Pues no lo demostraste. Sobre todo cuando aparecí de repente, embarazada.
—Ya lo sé. Lo cierto es que sospeché de ti. Pero menos mal que apareciste embarazada. En otro caso puede que nunca hubiera sabido cuánto me importas, cuánto te quiero —dijo, levantándole la barbilla y besándola tiernamente—. ¿Sabes otra cosa? Le estoy muy agradecido a un tipo llamado Benjamin Cruz. Si se hubiera casado contigo en vez de desaparecer… ¡Dios! ¿Dónde estará? Debería mandarle un cheque.
—¡Bobo! Creo que ya le has pagado lo suficiente —rió ella, pero en el fondo también se sentía agradecida hacia Benjamin.
—Oye, espera un momento —dijo Pedro, irguiéndose y mirándola con seriedad—. No me has explicado por qué viniste aquí, dándome un susto de muerte. Recorrí toda la casa, incluso desperté a Sandra, antes de darme cuenta de que tu coche no estaba allí. Casi había llegado a Elmwood cuando Meli me llamó al teléfono del coche. ¿Por qué te marchaste y viniste aquí?
—Porque aquí concebimos a nuestro hijo —sonrió ella.
—¿Y, qué?
—Empecé a tener contracciones. Una falsa alarma —añadió apresuradamente, al ver la preocupación en su rostro—. Pero pasé mucho miedo. Creía que tú no me querías y que el bebé se sentía rechazado porque… en fin, pensé que si venía aquí, él o ella, recordaría que fue concebido con amor y no me abandonaría.
—Cielo mío —susurró él, acunándola suavemente entre sus brazos.
—Funcionó —siguió Paula—. El bebé se dio cuenta. Los dolores pararon en cuanto llegué aquí.
—Es un bebé muy inteligente —sonrió Pedro—. Entendió lo que aún no habíamos entendido nosotros. Pero ahora lo sabemos, ¿verdad? Donde quiera que estemos, en el Pájaro Azul o en cualquier otro sitio, nuestro bebé siempre estará rodeado de amor. De nuestro amor.
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