lunes, 5 de noviembre de 2018
LA TRAMPA: CAPITULO 5
Pedro se duchó y se vistió en el club, y salió con tiempo de sobra. Pero había mucho tráfico y no llegó al aparcamiento de la iglesia de Elmwood hasta media hora antes de la ceremonia. Una mujer regordeta, que llevaba un pequeño vestido cubierto con un plástico en una mano y daba la otra a una niñita, lo dirigió hacia una entrada lateral.
—Soy la niña que lleva las flores —anunció la pequeña, sonriéndole.
—Y una niña muy guapa —dijo él, mientras sujetaba la puerta para que entraran.
—¡Aún no! No hasta que me ponga el vestido —le gritó por encima del hombro, mientras se apresuraban vestíbulo abajo.
Sonriendo, encontró el despacho del pastor, donde tenía que reunirse con Benjamin.
Benjamin no estaba allí.
Los dos hombres que ocupaban la pequeña oficina lo saludaron con cordialidad, pero distraídos, como si estuvieran pensando en otra cosa. El reverendo Jose Smiley estaba sentado en su escritorio, absorto en un texto.
Probablemente el rito matrimonial que, pensó Pedro, debía saberse de memoria a esas alturas.
El señor Chaves, el padre de la novia, caminaba nerviosamente por la habitación y no dejaba de mirar su reloj.
¿Dónde estaba Benjamin?
Eso era, evidentemente, lo que se preguntaba el señor Chaves. Porque unos minutos después, hizo una seña al pastor y, cuando éste asintió, levantó el teléfono. Marcó y escuchó. Por fin, colgó el teléfono de un golpe y salió del estudio muy perturbado.
El pastor miró a Pedro.
—Creo que será mejor que vaya a ver qué ocurre. Volveré en seguida— dijo, saliendo apresuradamente.
Pedro se encogió de hombros. Aún faltaban quince minutos para la ceremonia. Se acercó a la ventana y miró el aparcamiento, esperando ver a Benjamin llegar a toda prisa entre los invitados.
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