viernes, 16 de noviembre de 2018

LA TRAMPA: CAPITULO 40





De acuerdo. Pero la mañana del pinchazo, la lluvia la empapaba cuando se apoyó contra el coche, sintiéndose tan mal que apenas podía mantenerse en pie. Él había bajado a medio vestir, la había sujetado mientras vomitaba. ¡Eso no podía haberle parecido sexy!


Ese día había sido encantador. Había ido a Richmond. Le había comprado un coche, y no un coche cualquiera, sino el Cherokee que a ella le gustaba con locura. Había dicho que quería que pareciera una profesional, como si estuviera orgulloso de ella.


Además, eran compatibles. Habían compartido muchas tardes en la sala de estar, lo habían pasado bien reuniéndose con el grupo. Había creído que…


«Admítelo. Te enamoraste de él la primera semana, en el Pájaro Azul. Y anoche ¿recuerdas? Te pusiste un vestido color lavanda con aberturas a los lados. Y cuando se tragó el anzuelo, pensaste que era tuyo».


«Eso pensaste tú, Paula, no él».


Sacó la nota del bolsillo y volvió a leerla.


«Buenos días, amor» no significa «te quiero». 


«Eres especial para mí» tampoco. Igual que «somos compatibles» no quería decir que debían seguir casados.


Ella había entendido esas cosas. Él no las había dicho.


Ni siquiera tenía derecho a enfadarse por su relación con Meli o con cualquier otra mujer. «No te pido que cambies tu vida», le había dicho. «Lo único que pido es que te cases conmigo por unos meses».


Eso fue en junio y estaban en noviembre. 


Quizás fuera hora de devolverle la libertad.




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