jueves, 18 de octubre de 2018

SUGERENTE: CAPITULO 45





Pedro pensó que iba a estallar por la cantidad de energía contenida que parecía haber ido acumulándose desde la noche en que vio a la artista dibujar el cuerpo hermoso de Paula.


—Un whisky solo y un cosmopolitan doble, si puede ser.


—Imagino cuál es para ti.


Se volvió al oír la voz de Emilia.


—Necesito una copa.


—¿Las fiestas siempre tensan tus habilidades sociales o es la hermosa Paula?


—No es asunto tuyo, Emilia.


—Ése fue el problema con nuestro matrimonio, Pedro. Nada tuyo era asunto mío. Pero no he venido a hablar del fracaso de nuestra relación. Me tienes preocupada.


El camarero vertió el líquido ambarino en una copa corta y gruesa junto a la elegante del cosmopolitan. Pedro alzó el whisky y se acabó su contenido.


—¿Por qué has de estar preocupada por mí?


—Paula parece una persona agradable, pero apuesto que también es muy ambiciosa. No creo que le resulte grato que la encajes en tu vida. No pienses ni por un momento que no la reconocí del artículo en On. No es más presidenta ejecutiva que yo Miss Universo. Tú eres la inteligencia detrás de la fachada. Que Dios no quiera que puedas quedar expuesto de alguna manera.


Pedro entrecerró los ojos.


—Escucha, Emilia, soy un chico grande y sé cuidar de mí mismo. Gracias por tu preocupación, pero es injustificada.


—¿Sí? Creo que, probablemente, ésta es la mujer que siempre se ha interpuesto entre nosotros. Creo que siempre has estado enamorado de ella. Una mujer como ésa atrae atención de forma natural. Ten cuidado, Pedro, derribará todo tu mundo.


Se le resecó la boca. Las mujeres y su habilidad para ver las cosas con tanta claridad. Había tenido una semana para contemplar cómo iba a ser la vida sin Paula.


Una semana larga. Le desagradaba la necesidad que lo dominaba. No era el tipo de hombre que se entregara a ideas fantasiosas y necesidades románticas, pero con Paula todos sus pensamientos bien delineados parecían evaporarse.


Su trabajo siempre le había bastado. Si tenía que examinar los sentimientos que le inspiraba ella, tardaría un siglo. Recogió el cosmopolitan y cruzó la ostentosa casa de la madre de Paula en busca de la mujer que lo sumía en una distracción completa.


En cuanto a la advertencia de Emilia, no lo preocupaba tanto que el MIT averiguara que él era el cerebro detrás de la tela sexy para ropa de lencería. Desde luego, sería un desastre, pero era la idea de perder a Paula por una vida en la que no se imaginaba lo que de verdad lo preocupaba.


Sin embargo, la quería en su vida. La necesidad de decirle… todo le presionaba el cerebro y el corazón.



****

—¿Disculpe?


Paula se volvió de la conversación en la que llevaba inmersa los últimos diez minutos con dos de las mejores amigas de su madre, que no hacían más que sonsacarle información acerca de la última moda en París. Una mujer elegantemente vestida aguardaba expectante captar su atención.


Mantuvo su sonrisa social inmutable.


—Sí —respondió, llevándose a la mujer de la cercanía de las amigas de su madre, que cerraron filas y continuaron la charla entre ellas.


—Lamento molestarla, pero necesito saber dónde ha comprado ese vestido.


—De hecho, lo hice yo.


—¿De verdad? Soy la propietaria de Clarice's Unique Boutique —extendió la mano—. Clarice Wentworth.


Paula se la estrechó.


—Paula Chaves.


—Es un placer conocerla. Me encantaría uno en cada talla, si pudiera fabricarlos.


—No lo sé. En realidad, no creo… —la mujer se mostró tan ansiosa, que no pudo decirle que no—. De acuerdo.


—Maravilloso. Aquí tiene mi tarjeta. Por favor, llámeme para decirme cuándo estarán listos y cuánto cobra por cada uno.


Aceptó la tarjeta y sonrió.


—¿Cobrar? Claro. Cobrar. La llamaré mañana.


—Maravilloso. Mis dientas jóvenes se van a pelear por llevárselos.


—Te dije que tus diseños eran para morirse, cariño.


Giró la cabeza al oír la voz de Dany, pero el saludo murió en su garganta. Dany llevaba un vestido veraniego de color lavanda y amarillo.


En la cabeza lucía una pamela con ramas de violeta en un costado. Con la cara maquillada y el cabello largo y oscuro liberado de la coleta que solía llevar, estaba deslumbrante.


Dany alargó la mano y apoyó un dedo en su mentón para cerrarle la boca.


—¿Te has quedado sin habla?


—Como mínimo. ¿Qué haces aquí?


—Soy miembro del club social de tu madre.


Paula se llevó la mano a la boca.


—¿No es delicioso? Ella no sospecha nada.


—¿Desde cuándo eres miembro?


—Unos seis meses. De modo que Clarice quiere comprarte el vestido. ¿Cómo te sientes?


—Es una locura, ya que nunca consideré que mis trajes podrían dar dinero. No fui a la escuela de diseño.


—Tienes un talento innato. ¿Quién puede decir que no seas una diseñadora? Si alguien quiere tus creaciones, tú se las entregas. Si alguna vez necesitas algo de las RBU, dínoslo. Estamos aquí para ayudarte, tachan.


Con un gesto de la mano, cruzó el jardín con un andar sexy. Paula se dijo que era todo un personaje.




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