jueves, 18 de octubre de 2018

SUGERENTE: CAPITULO 44




Paula contempló la casa en la que había crecido, desvaneciéndose la sensación gozosa de conducir el Porsche de Pedro por Cambridge.


Construida en 1894,la casa daba al río Charles, con una vista fantástica del horizonte de Boston en invierno, cuando las hojas se habían caído de los árboles. El nombre River House estaba escrito en negro encima de la puerta. El sendero de ladrillos que conducía hasta el hogar estaba alineado con robles y flanqueado por césped. No podía verlo, pero recordaba el jardín hermoso y privado, accesible desde diversos puntos de la propiedad. Rodeada de vallas, y de un patio de losas azules y plantas preciosas, entre ellas rododendros, azaleas, arces japoneses y acebos, con la piscina de agua templada en el centro, la casa estaba ideada para esas fiestas en el jardín.


Una casa importante era vital para su madre, a diferencia de lo que sentía su padre, a quien no lo afectaba la riqueza heredada ni tener una esposa ambiciosa.


La residencia de dos plantas, que había sido cuidadosamente restaurada por su madre, tenía habitaciones espaciosas y techos altos, con varias chimeneas y espacio de sobra para dos personas.


Tomó la mano de Pedro y comenzó a subir por el camino de ladrillo. Al entrar en el gran vestíbulo, su madre salió del salón, donde Paula podía ver a varias personas ante el bar.


—Has llegado, Paula. Que vestido tan hermoso llevas. ¿Es de París?


—No. Lo… hice yo —se alisó la sobrefalda con las flores grandes en tonalidades pastel. El corpiño y la falda eran de seda de un vibrante color arándano.


—¿Sí? —su madre frunció el ceño y le dedicó a Pedro una mirada hostil—. ¿De su tela?


—Sólo la sobrefalda. El resto es seda. Intento probar patrones y usos diferentes para la tela.


—Ya veo —la desaprobación se manifestó en cada línea de su cara—. Bueno, pasa, todo el mundo está aquí, incluida la esposa del alcalde

.
Al cruzar el salón hacia las puertas que llevaban a los jardines de atrás, Pedro susurró:
—Si las miradas mataran… —Paula rió entre dientes y asintió—. A propósito, el vestido es deslumbrante.


Lo miró.


—Gracias, adulador.


Él sonrió, pero el gesto no tardó en evaporarse.


—Emilia.


Paula se volvió y se encontró frente a la ex-esposa de Pedro. Iba tan impecablemente vestida como aquel primer día en la casa de él.


Pedro —miró expectante a Paula y en su frente aparecieron unas arrugas—. ¿Te conozco de alguna parte?


—Paula es modelo —soltó Pedro sin rodeos.


—Oh, debe de ser eso. Emilia Wadsworth, la ex esposa de Pedro.


—Paula Chaves, la amante de Pedro.


Durante un momento, reinó el silencio; luego Emilia rió.


—Tienes una mujer vivaz aquí. Eso me sorprende. Ha sido un placer conocerte. Precioso vestido.


Algo en su expresión hizo saltar las alarmas en la cabeza de Paula. Emilia fue a mezclarse con más invitados y ella la observó irse.


—Paula, ¿tenías que ser tan directa?


—Ella empezó.


—¿A qué te refieres?


—Se comportó de forma muy posesiva. No me gustó.


—¿Posesiva? Estamos divorciados y cada uno tiene su vida.


—Puede que tú sí, pero no estoy tan segura de ella. Una mujer puede percibir estas cosas, créeme.


—No tienes nada de qué preocuparte. Voy a buscar una copa al bar. ¿Quieres algo?


—Un cosmopolitan, por favor. Que sea doble.



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