viernes, 12 de octubre de 2018

SUGERENTE: CAPITULO 25




Horas más tarde, se sentía abrumada. Había decidido que ya era hora de averiguar exactamente cómo se iniciaba un negocio, y para ello había consultado en Internet. La cantidad de material que había hizo que la cabeza le diera vueltas. Se preguntó en qué diablos se había metido. ¿Cómo iba a mantener su flujo creativo si tenía que preocuparse de cosas como el marketing, los planes de negocios y la declaración de objetivos? Se reclinó en el sillón cómodo de la casa de su tía y clavó la vista en la pantalla.


Respiró hondo, alzó el auricular y marcó.


—Carlyle Business Services.


—¿Puedo hablar con Naomi Carlyle? —preguntó con un deje de pánico en la voz. «Mantén la calma», se reprendió. Cuando Naomi se puso, le dijo—: Te pagaré una minuta enorme si vienes a Cambridge y me ayudas. También correré con los gastos.


—¿Paula?


—Sí.


—¿Qué sucede?


—Tengo un trabajo y necesito tu ayuda.


—¿En qué te has metido?


Se pasó la mano libre por el pelo, sintiendo el pavor familiar que aparecía en su estómago siempre que tenía que reconocer que había algo que no podía manejar. Había dedicado tanto tiempo en su vida a proteger su imagen, que la aterraba revelarle a alguien cualquier debilidad que pudiera tener.


—Me he metido en una situación que me sobrepasa un poco.


Durante un momento reinó el silencio, como si Naomi estuviera aturdida por la confesión de Paula, un paso atrás en una relación que había funcionado al borde de la amistad completa.


—¿Qué clase de situación? —preguntó Naomi con cautela.


—Soy la presidenta ejecutiva de una empresa que comercializa una tela novedosa y revolucionaria.


—¿De verdad? —preguntó Naomi con admiración—. ¿Cómo lo has conseguido?


—Es demasiado para contártelo ahora. Te lo explicaré más tarde.


—Entonces, ¿cuál es exactamente el problema? —inquirió Naomi, suavizando la voz.


La seguridad que Naomi proyectaba siempre hizo que Paula se sintiera cómoda y le dio esperanzas de que su casi amiga aceptara lo que le estaba ofreciendo.


—La tela —repuso.


—¿Comercializar la tela?


Ansiosa, se levantó y fue a la puerta de atrás. 


Salió al exterior y se puso a caminar por el patio de su tía con un nudo en el pecho.


—Es algo más que eso. Necesito montar la empresa.


—Oh —comentó Naomi, comprendiéndolo—. Has hecho el papeleo.


—¿Papeleo? Ah, no.


—¿Tienes un plan de negocios? 


Paula apretó los dientes.


—No, tampoco.


—¿Plan de marketing?


Suspiró y contempló el agua centelleante de la piscina. Pensó en agacharse y mojarse la cabeza. Pero decidió descalzarse y sentarse en el borde. Metió los pies en el agua fresca y dijo:
—Tres fallos.


—De acuerdo —la voz de Naomi sonó llena de reafirmación—. ¿Qué me dices de la tela? ¿Tienes un fabricante?


—¡Sí! Pedro, mi socio, me dio el nombre de la empresa que había usado. Ya he encargado un pedido grande y firmado un contrato. Hice algo bien.


—Ah. Paula, ¿tienes compradores?


—No, todavía no.


Su entusiasmo fue breve. Una vez más reinó el silencio del otro lado de la línea.


—Odio ser yo quien te dé esta noticia, pero la Feria Internacional de Moda fue hace tres meses.


El tono ominoso en la voz de Naomi le causó un escalofrío. Sacó los pies del agua y otra vez se puso a ir de un lado a otro.


—¿Eso qué significa?


—Bueno, compradores de todo el mundo asisten específicamente para comprar para la temporada de primavera-verano del año próximo. Trabajo para algunos diseñadores y sé que algunos vuelven con telas sensacionales.


Agotada, Paula se dejó caer en una tumbona y echó la cabeza atrás.


—¿O sea que no hay manera de vender sin ir a esa feria?


—Sí, claro que la hay, pero hará falta bastante más trabajo.


—¿De cuánto tiempo hablamos?


—Tendrás que ponerte en contacto con cada comprador, mientras que en una feria los tienes fácilmente disponibles.


—De modo que tengo toneladas de tela y ningún comprador. No pensé que eso fuera a representar un problema. Pedro me va a matar.


—Así que un viaje con gastos pagados a Cambridge. Mi tarifa de consulta es elevada.


—No hay problema.


—¿Cómo rechazar eso? Suena a gran desafío. Siempre he querido empezar un negocio desde los cimientos —comentó con tono jocoso.


Por desgracia, Paula no era capaz de encontrar nada divertido en la situación en la que se hallaba.


—Muchas gracias, Naomi, estoy desesperada.


—Un pequeño consejo, amiga. En el mundo del marketing, no permitas que nadie sepa que estás desesperada.



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