jueves, 6 de septiembre de 2018

PERSUASIÓN : CAPITULO 28




La comida de la noche fue ligera pues ninguno de los dos tenía mucho apetito.


Y cuando Pedro empezó su tarea habitual de recoger los platos de la mesa, Paula se sorprendió a sí misma y lo sorprendió a él ofreciéndose para ayudar.


Pedro no hizo ningún comentario irónico sino que aceptó la ayuda y juntos volvieron a trabajar en silencioso compañerismo.


Esa noche ninguno de los dos durmió mucho pues ambos decidieron quedarse levantados y continuar sus esfuerzos con los conejitos.


Al romper el día hasta Paula tuvo que admitir que sus energías estaban siendo desperdiciadas. En vez de ponerse más fuertes, los gazapos se veían notablemente más débiles.


—¿Podríamos... podríamos llevarlos a un veterinario? —preguntó ella por fin.


Pedro levantó la vista con expresión de agotamiento.


—Sería inútil —dijo.


—¡Podríamos intentarlo! —dijo Paula con los ojos relampagueantes.


—Es demasiado tarde, Paula. En realidad, ya era demasiado tarde cuando los encontramos. Habían estado solos demasiado tiempo.


—¿Entonces por qué intentamos salvarlos en ese momento? ¿Por qué no los dejaste donde estaban?


En su impotencia, Paula sentía deseos de golpear a alguien, y Pedro era el blanco disponible más cercano.


Pedro la miró fijamente, el cansancio dibujaba finas líneas a los lados de su boca.


—¿De veras hubieras querido que yo hiciera eso?


Paula bajó la mirada.


—No —dijo con voz ahogada.


Pedro no dijo más nada y ella tampoco.




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