viernes, 28 de septiembre de 2018

A TU MERCED: CAPITULO 25




Paula respiró profundamente antes de dar el primer corte en la seda azul, el sonido de las tijeras haciendo un siniestro eco en la silenciosa habitación.


En fin, ya no podía dar marcha atrás. No tenía más remedio que usar la seda de la bata porque no podía ponerse nada de lo que había llevado en la maleta.


En sus días de estudiante solía comprar prendas de segunda mano que después arreglaba o remodelaba y ahora tenía que volver a hacerlo. 


El mundo más allá de la mesa de trabajo desapareció mientras cortaba y cosía la preciosa seda azul. Era un poco como alquimia.


En realidad, le divertía volver a hacer aquello. 


Raquel era la encargada de la costura, o al menos de hilvanar las prendas antes de llevarlas al taller, mientras ella se encargaba exclusivamente de los diseños, pero sentir la seda bajo sus dedos era increíblemente relajante.


Era muy tarde y la casa estaba en silencio mientras se quitaba la camisa de lino blanco para probarse su nueva creación frente al cristal de la ventana. No era fácil saber cómo había quedado sin tener un espejo, pero la sensación de la seda era muy agradable.



Paula se quitó el vestido y se sentó frente a la máquina de coser. Aquélla era su parte favorita: cuando los alfileres eran reemplazados por puntos, cuando una prenda estaba terminada.


El sonido de la máquina le parecía ensordecedor pero, esperando que las sólidas paredes evitaran que despertase a alguien, siguió cosiendo.



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