domingo, 5 de agosto de 2018

¿PRÍNCIPE AZUL? : CAPITULO 30




«¿Esperar? ¿Esperar para qué? ¿Y durante cuánto tiempo?», se preguntaba Paula. 


Frustrada, no hacía más que pasear arriba y abajo por la habitación. Seguro que Pedro había adivinado que ella había estado a punto de decirle que lo amaba. Pero entonces la había detenido. ¿Por qué?


¿Querría eso decir que no la amaba? ¿O que sí la amaba? ¿Desearía decírselo él primero? 


Pero, entonces, ¿por qué no lo había hecho? 


¿Estaría preocupado por la incorrección que suponía profundizar en una relación personal mientras estaban trabajando?


Pero ella quería ser incorrecta; no le importaba nada en absoluto. Quería ir a buscarlo en ese preciso momento, golpear la puerta de su habitación y gritarle que lo amaba, sin importarle quién pudiera oírla. ¿O acaso todavía temía que ella fuera como su familia? Pedro era una persona tan reservada... Sabía lo que le había costado confiar en ella. Se había enfadado con su cuñado, y con razón. Alimentar el alma era una cosa, pero alimentar a una familia era otra muy distinta y mucho más importante. Parecía como si Pedro hubiera cargado con esa responsabilidad durante tanto tiempo que a esas alturas su alma se estuviera muriendo de hambre...


Dejó de pasear por la habitación cuando de repente se le ocurrió una idea. A Pedro debía de haberle preocupado que ella se hubiera opuesto a que mantuviera económicamente a su familia. 


O eso, o no quería pedirle que compartiera aquella carga con él.


El muy estúpido... Podrían resolver aquel problema. Juntos podrían resolver cualquier problema, y se moría de ganas de decírselo.


«Espera», le había dicho él. Pero Paula no quería esperar. Y tampoco iba a hacerlo.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario