martes, 14 de agosto de 2018

LA AMANTE DEL SENADOR: CAPITULO 24




Unos cuarenta minutos después, Pedro detenía el vehículo frente a la casa de Paula y se bajaban de él.


—Pau, estás siendo ridícula. ¿Cuándo piensas volver a hablarme? —le preguntó mientras se dirigían a la casa.


Paula resopló exasperada.


—¡Que estoy siendo ridícula! —le espetó volviéndose al llegar a las escaleras del porche—. ¡No fui yo quien inició un beso con lengua en la casa de la mayor chismosa de la ciudad!


Pedro hizo un gesto desdeñoso con la mano como dándole a entender que se estaba preocupando por nada.


—¿Y qué va a hacer? ¿Poner un cartel que diga que Pedro Alfonso besó a Paula Chaves en su fiesta? ¿Y qué?, no estoy casado; no he cometido ningún crimen.


—Hay más cosas que considerar que tu imagen en esto —replicó Paula, pensando en el bebé.


Cuanta más atención atrajese Pedro sobre su relación, más probabilidades habría de que los medios comenzaran a seguirla a todas partes y a espiarla, y descubrieran lo de su embarazo.


—¿Qué quieres decir?


Paula se mordió el labio.


—Quiero decir que a mí esto puede hacerme bastante daño —contestó—. Cuando surgen rumores el hombre siempre suele salir mejor parado que la mujer. Si esto trascendiera a los medios la próxima persona que me contrate se preguntará si acostumbro a acostarme con todos mis clientes.


Pedro se sintió horrorizado... durante unos segundos.


—Bueno, si te vinieses a Washington conmigo y siguieras trabajando para mí no tendrías que preocuparte por eso.


Paula sacó las llaves de su bolso y suspiró.


—No voy a ir a Washington contigo, Pedro; ya no sé cuántas veces te lo he dicho... me siento como un disco rallado.


—Pues toca una nueva canción —le sugirió él—. Supongo que con lo enfadada que estás no querrás invitarme a entrar un rato —murmuró.


—Supones bien —contestó ella con aspereza—. Buenas noches.


Iba a darse la vuelta para abrir la puerta y entrar en la casa, pero Pedro la retuvo por el brazo.


—Paula, no entiendo por qué te has puesto así... a menos que te avergüences de nuestra relación.


—No me avergüenzo —replicó ella irritada—; de hecho ni siquiera es una relación... Quiero decir... piensa en cómo empezó: una noche nos dejamos llevar, nos dijimos que aquello no podía volver a ocurrir, pero volvimos a caer una y otra vez. No escogimos iniciar una relación, simplemente nos dejamos arrastrar por la atracción que había entre nosotros. No creo que eso sea un buen comienzo para una relación sólida. Además, hay muchas cosas que no sabes de mí y yo no estoy segura de que... —se le quebró la voz y se mordió el labio inferior.


Pedro comprendió de repente, y se sintió como si Paula le hubiera asestado una puñalada.


—No estás segura de que no vaya a fallarte —murmuró—. No confías en mí...


—Claro que confío en ti —replicó ella—, no habría apostado por ti como directora de campaña ni me habría ido a la cama contigo si me hubieses inspirado desconfianza.


—Pero no estás segura de que puedas confiar en mí como pareja en una relación seria —murmuró Pedro dolido—. No te parecía mal como amante secreto, para darte un revolcón de vez en cuando, pero no para una relación de verdad, ¿no es así?


Sacudió la cabeza consternado. Era tal y como se había temido; aquello no hacía sino confirmar su incapacidad para mantener una relación emocional con otra persona. Había fracasado con su esposa, había fracasado con sus hijos..., y Paula acababa de darle a entender que prefería que terminasen antes de que su relación acabase en un fracaso también. De pronto se sentía vacío, más vacío de lo que nunca se había sentido en toda su vida.


—Es tarde y debes estar cansada —murmuró agachando la cabeza—. Ya te llamaré.


Y con esas palabras se alejó, dejando a Paula preocupada y confundida.



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