domingo, 4 de marzo de 2018
EN LA NOCHE: CAPITULO 7
Durante un increíble segundo, Paula pensó que Pedro iba a besarla. Tenía los dedos entrelazados en su pelo, la miraba con una mezcla de sorpresa y alegría, y estaba sonriendo.
Pero la locura duró poco, porque de repente se oyeron unos golpes en la puerta.
Paula apretó los labios, intentando asimilar lo que acababa de ocurrir. O lo que no había llegado a ocurrir.
Volvieron a llamar a la puerta.
-¿Paula?
-Es mi madre –explicó a Pedro.
-No le digas nada, ¿de acuerdo?
-Ya te he dicho que no le voy a decir nada.
-Te llamaré esta tarde. Tenemos que hablar.
-Creía que ya habíamos hablado.
Pedro le apretó la mano y, antes de que ella pudiera detenerlo, abrió la puerta.
Constanza Chaves, cargada de cuadernos, ya estaba hablando antes de entrar en la casa.
-He traído las cosas de Geraldine –decía.
De repente, se detuvo junto a tiempo para no chocar con Pedro, y se quedó mirándolo asombrada.
-Te presento a Pedro Alfonso –dijo Paula, tomando los cuadernos que llevaba su madre-. Pedro, te presento a Constanza Chaves, mi madre.
Constanza inclinó la cabeza para mirarlo por encima de las gafas y le tendió la mano.
-Encantada. No me había dado cuenta de que mi hija tuviera compañía.
Lo miró detenidamente antes de volverse para observar a su hija.
-Es mi vecino –le dijo Paula-. Ha venido a tomar un café.
-Ah. ¿Interrumpo algo?
No era necesario ser investigador para entender la mirada de Constanza. Pedro llevaba la camisa desabrochada e iba sin afeitar, y Paula tenía el aspecto de alguien que acaba de levantarse.
-No interrumpes nada, mamá. ¿Quieres desayunar?
-No, gracias, cariño. Bueno, Pedro, no recuerdo haberte visto antes. ¿Cuánto hace que vives aquí?
-Unos meses.
-¿Y a qué te dedicas?
-¿Quieres un café? –interrumpió Paula, con la esperanza de detener el interrogatorio.
Pedro dio un paso hacia la puerta.
-Ha sido un placer conocerte, Constanza, pero veo que tenéis mucho trabajo, así que no os entretengo más. Te llamaré por la tarde, Paula.
Paula asintió, ausente, y se quedó mirándolo mientras se dirigía a la puerta. No quería pensar en su mirada, ni en el momento en que había tenido la impresión de que iba a besarla. Un hombre como Pedro era una buena materia prima para las fantasías, pero no quería llegar más allá. No estaba dispuesta a mantener ninguna relación, y mucho menos ahora que estaba a punto de conseguir su anhelada independencia.
-Bueno –dijo Constanza.
No añadió nada más, pero como todas las madres del mundo, consiguió cargar aquella palabra de significados.
Paula cerró la puerta y se dirigió al salón.
-Aquí tendremos más espacio para trabajar –dijo, mientras recogía apresuradamente la bandeja del desayuno-. Voy a acercar un poco el ventilador. El aire acondicionado sigue roto. Me han prometido que mañana vendrán a arreglarlo. A ver si es verdad. Supongo que en la empresa de reparación tienen más trabajo que nunca por culpa de la ola de calor.
-Qué joven más atractivo –dijo su madre, siguiéndola-. ¿Por qué no me habías hablado nunca de él?
-¿Quién? ¿El técnico de aire acondicionado?
Constanza rió.
-No, tu vecino.
-¿Te refieres a Pedro?
-¿Cuánto hace que os veis?
-No nos vemos, como tú dices. Sólo somos vecinos.
-Mmm…
Paula hizo una mueca y dejó la bandeja en la encimera.
Mientras tanto, Constanza tomó un rollito de canela de la bandeja y lo probó.
-Nunca consigo que me salgan tan bien como a ti –comentó-. Tienes un don especial para la pastelería.
-Gracias.
-El mes pasado leí un artículo sobre la reacción de los hombres a determinados olores. ¿Sabías que el de la canela es de los que más despiertan su interés?
-¡Mamá!
-Al parecer, es mucho más eficaz que el perfume. Actúa directamente en el centro cerebral del apetito.
Paula se dijo que un hombre tan atractivo como Pedro no sentiría ningún interés por ella aunque se cubriera de canela y se colgara un jamón en cada oreja. Además, se recordó que no le interesaba despertar su interés.
-Por favor, mamá, ya sé lo que te imaginas, pero Pedro y yo sólo somos vecinos, ¿comprendido?
-Muy bien, no me meteré en tu vida. Pero ten cuidado de que ninguno de tus hermanos vea a tu chico salir de aquí por la mañana. Ya sabes lo pesados que son.
-Gracias por el consejo, pero no es mi chico.
-Claro que no, cariño.
Paula apretó los labios y se llevó el ventilador al salón.
Aunque Pedro no le hubiera pedido que guardara silencio, ella ya sabía que lo peor que podría hacer sería hablar de él a su madre.
Pero permitir que llegara a conclusiones equivocadas podría ser aún peor.
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