jueves, 8 de marzo de 2018

EN LA NOCHE: CAPITULO 19




Pedro se apoyó en un roble que había junto al garaje y observó a la multitud. La fiesta tenía por lo menos una ventaja; con tanta gente a su alrededor, no tenía tiempo para seguir pensando en Paula. La vio de reojo y se volvió a mirarla mejor. Estaba sentada en el borde de una mesa de jardín, con un bebé en la rodilla, mientras reía por algo que le estaba diciendo su cuñada Geraldine.


Aunque al principio Paula no quería quedarse cuando se dio cuenta de lo que ocurría, no tardó mucho tiempo en olvidar sus reparos e integrarse plenamente. Pedro no recordaba haberla visto nunca tan relajada. A pesar del caos que la rodeaba, allí se sentía en su elemento.


Era una familia enorme. Pedro había conocido ya al resto de sus hermanos, además de sus mujeres, y sus hijos. También había varios hermanos de los padres de Paula, y estaba su abuela materna. Había perdido la cuenta media hora después de llegar, pero en aquel jardín había más de treinta personas apellidadas Chaves. Armando y Judith eran los únicos que no habían asistido. Pedro sabía que Armando no había superado la desconfianza inicial, y esperaba que su ausencia no augurara problemas.


-¿Quieres una cerveza?


Pedro se volvió hacia el joven, con una coleta rubia, que le tendía una lata.


-Desde luego. Gracias, Agustin.


-Ya he terminado de meter en el ordenador los libros de cuentas de los últimos cinco años –dijo Agustin, abriendo su cerveza y bebiendo un trago-. He pensado que voy a añadir enlaces al programa de agenda.


-Me parece buena idea.



-Sí. Además, mi madre quiere tener acceso a más archivos desde el portátil, así que vamos a poner un cable para unir los dos ordenadores. Gracias de nuevo por ayudarnos a empezar.


-De nada.


-Por cierto, mi madre ha comentado que vas a ayudar a Paula con la boda de la semana que viene.


-Sí.


-Es uno de los trabajos más importantes que hemos tenido hasta la fecha, así que no nos vendrá mal un poco de ayuda. Tuvimos suerte de que se cancelara la otra boda que teníamos para esa fecha justo un día antes de que Fitzpatrick nos diera el contrato.


Pedro dudaba que hubiera sido una casualidad, pero se abstuvo de comentarlo.


-Ya he estado hablando con la empresa de alquiler de mobiliario con la que trabajáis –le dijo-. Llevarán las mesas, las sillas y las carpas, pero el cliente quiere que lo coloquemos nosotros.


-Será más trabajo, pero también más dinero. Por cierto, no sé si Armando ha hablado contigo de tu sueldo…


-Sólo quiero echaros una mano. No lo hago por dinero.


-¿Así que no tienes problemas económicos?


Pedro abrió la lata de cerveza y bebió un largo trago. A lo largo de la tarde había mantenido conversaciones muy parecidas con otros miembros de la familia.


-En absoluto. En el último trabajo me dieron una buena liquidación, y estoy seguro de que no tardaré mucho en encontrar otro empleo.


Agustin señaló con un gesto el grupo de niños que rodeaba a Paula.


-Siempre se le han dado muy bien los niños.


-Además, parece que le gustan mucho.


-Sí, lo de los niños es curioso. Despiertan mucho el instinto de protección.


-Eso tengo entendido.


-El caso es que siempre ha considerado a Paula mi hermana pequeña. Sólo tiene dos años menos que yo, pero supongo que es porque cuando éramos pequeños la diferencia se notaba bastante, el caso es que tengo la impresión de que debo cuidarla.


-Lo entiendo.


-Hace unos años lo pasó muy mal, y no me gustaría verla sufrir –miró a Pedro a los ojos-. Pareces un tipo decente, pero aunque vayas a casarte con mi hermana, seguiré cuidándola, así que espero que la trates bien.


Ya había oído cinco variaciones de la misma frase. O seis, si contaba el sutil interrogatorio a que lo había sometido el padre de Paula la primera vez que fue a su casa.



No le extrañaba. Sabía que los miembros de una familia se cuidaban entre sí, que celebraban juntos los buenos momentos y se apoyaban mutuamente en los malos. Y se sentían muy protectores ante cualquier desconocido.


-Te doy mi palabra de que la trataré bien.


Agustin levantó la cerveza en un brindis silencioso y se alejó. Pedro lo observó pensativo durante un momento antes de volverse de nuevo para mirar a Paula.


Le había dicho que no quería casarse. Desde el principio, había insistido en que no le apetecía mantener ninguna relación, pero ahora que la veía con su familia, se preguntaba hasta qué punto sería verdad. Como Agustin había dicho, se le daban bien los niños, y si su prometido no hubiera tenido aquel accidente, probablemente tendrían hijos.


Se preguntaba si seguiría enamorada de Ruben. Tal vez aquél fuera el motivo por el que no aceptaba a otro hombre en su lugar. Estaba empeñada en ser independiente y abrir un negocio propio, pero nunca estaría verdaderamente sola, con aquella familia.


Él, sin embargo, sí que estaba solo. Le gustaba estar solo, y allí se sentía fuera de sitio.


Lo había sabido desde el principio. Antes incluso de involucrar a Paula en el caso, sabía que estaban a años luz. 


Por si fuera poco, se sentía un ser inmundo al estar engañando a todas aquellas personas, haciéndoles creer que Paula sería feliz a su lado.


Se enderezó y caminó hacia ella. Al verlo llegar, Paula se levantó de la mesa.


-¿Te has hartado ya? –le preguntó.


-No iremos cuando tú decidas.


De forma automática, rodeó sus caderas con la mano mientras caminaban hacia la casa.


-Bárbara está loca por ti.


-¿Quién?


-Mi sobrina.


-Ah, sí, la que ha perdido un diente.


-¿De qué hablabas con Agustin hace un momento? Parecíais muy serios.


-Cosas de hombres.


Paula le dio un codazo.


-No te atrevas a decir eso. He tenido que soportar esa actitud en mis hermanos toda mi vida, y no estoy dispuesta a tolerar una frase así en mi…


Se detuvo, ruborizada, y lo miró.


-¿En el hombre con el que vas a casarte? Agustin sólo cumplía con su deber de hermano, asegurándose de que te iba a tratar bien.


-¿Cómo dices?


Pedro sonrió y le acarició la mejilla.



-¿De qué os reíais Geraldine y tú hace un rato?


-Cosas de mujeres.


-¿Me lo podrías explicar?


-Por nada del mundo –se detuvo, frunciendo el ceño-. ¿Qué estará pasando?


Se fijó en que algo parecía ocurrir cerca de la casa. 


Constanza estaba hablando con dos de los hermanos de Paula. Parecían preocupados. Joel se acercó a su esposa, escuchó durante un momento y la tomó entre sus brazos.


-Ha pasado algo –dijo Paula, apartándose de Pedro.


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