lunes, 12 de febrero de 2018

BAILARINA: CAPITULO 36





Pedro no tuvo que buscar la ocasión para hablar con Robbie, fue él quien lo hizo, apareciendo en su apartamento a la mañana siguiente muy temprano.


—¿Cómo es que has madrugado tanto? —le dijo Pedro, que había tenido que interrumpir su afeitado para abrirle. Sólo llevaba una toalla alrededor de la cintura.


—Quería verte antes de que te fueras a trabajar.


—Pues aquí me tienes. ¿Qué pasa?


—Quería preguntarte tu opinión de Sue —dijo Robbie siguiendo a Pedro hasta el baño y apoyándose en el quicio de la puerta mientras veía cómo se afeitaba.


—Me parece muy simpática.


Y también le parecía muy joven, pero conociendo a Robbie, no le duraría mucho.


—¿Por qué, es algo serio?


—Más o menos. ¿Te acuerdas de Debbie? Te hablé de ella, también participaba en aquel congreso, hemos mantenido el contacto. Está pensando en pedir aquí el traslado y yo estoy con Sue...


—Muy fácil, muchacho. Tienes que aprender a tomártelo con calma. No te comprometas demasiado pronto —le dijo que tenía que decirles a las dos que eran sus mejores amigas y averiguar quién le gustaba más. Terminó de afeitarse, se echó loción y le dijo—: A propósito, ¿qué te parece Paula?


—Muy simpática, me gusta —dijo Robbie y frunció el ceño—. ¿Sabes? Me recuerda a alguien.


—¿Sí? —dijo Pedro, alerta.


—Sí. Recuerdas la bailarina de la que te hablé.


—¿Bailarina? —dijo Pedro tratando de parecer intrigado, cuando apenas podía pronunciar palabra.


—A lo mejor no te dije nada, pero me tenía completamente obnubilado, quería casarme con ella.


—Ya. ¿Y.. y esa... bailarina te recuerda a Paula? ¿Se parece a ella? —dijo Pedro quitándose la toalla y entrando en el dormitorio.


—No. No se parece en nada a ella. Deedee, así se llamaba, tenía el pelo negro y los ojos azules. ¿O eran grises? —dijo Robbie frotándose la nariz—. No me acuerdo. Pero era más, bueno, tenía más curvas. Y cómo movía la cadera y el pecho. Te volvía loco. No me cansaba de mirarla.


Pedro lo escuchaba con atención mientras se ponía los pantalones y pensaba que Robbie nunca se había enamorado, tan sólo había sentido lujuria por aquella mujer. 


Sí, podía recordar la sensación.


—No —dijo Robbie—. No, Paula no se parece a Deedee en su aspecto, pero sí en su forma de actuar. ¿Te has fijado en cómo cuidó de Sue cuando se mareó?


Pedro asintió, sus ojos no abandonaban el rostro de Robbie.


—Así me cuidó Deedee cuando iba por el bar. Aquella noche ella...


Pedro, que se estaba abrochando la camisa, se detuvo.


—¿Dormías con ella?


—Oh, no, sólo una noche. Me emborraché y dijo que no era seguro que condujera, así que me llevó a su casa.


Le habló del café caliente, de que durmió en el sofá, la nota que le dejó a la mañana siguiente y cómo continuó su amistad.


—No me hizo sentirme incómodo, ¿sabes? Igual que Paula impidió que Sue se sintiera incómoda o avergonzada. Deedee tenía aquel don. Incluso con los hombres que iban al bar... Algunos de ellos podían ser rudos, pero todos la respetaban, les gustaba a todos. Tenía una especie de... bueno, se puede decir que era una especie de gracia. Paula también la tiene, me gusta.




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