domingo, 10 de diciembre de 2017

PRINCIPIANTE: CAPITULO 16





La vida de Paula iba de mal en peor.


—Simon.


Su ex marido era una de las últimas personas a las que esperaba encontrar delante de su puerta. Parecía tan atractivo e impecablemente vestido como siempre, a pesar de que tiritaba dentro de su traje cruzado y hecho a mano.


—Paula—la tomó por los codos y la besó en la mejilla con labios fríos. Se apartó para mirarla—. Estás guapísima. El embarazo te sienta bien.


Paula, demasiado atónita aún para responder al cumplido, se soltó y preguntó:
—¿No tienes un abrigo? Aquí estamos en invierno. Seguro que Armani hace abrigos de tu talla.


—Tan ingeniosa como siempre. Mi abrigo está en el hotel. Mañana tengo que ver a tu decano Jeffers, pero quería darte una sorpresa e invitarte a cenar esta noche.


Paula miró el sol, alto todavía en el cielo, y se apartó el guante para ver la hora.


—Son las tres de la tarde.


Simon sonrió con aire de disculpa.


—Quería que habláramos antes.


La mujer seguía sin encontrarle sentido a la visita.


—Podías haber muerto de frío aquí. ¿Cuánto tiempo pensabas esperarme?—. Oh, sólo llevo unos minutos. He llamado a tu despacho y tu secretaria me ha dicho que habías salido. Me hospedo en el Crown Center, no lejos de aquí, pero he venido en taxi.


El Crown Center era uno de los hoteles más caros de la ciudad. Simon siempre lo hacía todo a lo grande y ella no entendía que pensara que podía ser feliz con un sueldo de profesor.


—Yo venía a casa a echarme una siesta. Anoche dormí muy poco.


—¿El niño no te deja dormir?


—Eso lo hacen después de nacer, Simon.


Él asintió y estornudó.


—¿Puedo pasar?


Volvió a estornudar, sacó un pañuelo y se limpió la nariz. 


Paula abrió la puerta.


—Entra antes de que te pilles algo.


Diez minutos más tarde había preparado ya té para ella y café para él. Decidió ir al grano.


—¿Por qué has venido, Simon?


Él esperó a que se reuniera con él en la mesa para contestar.


—Quiero saber cuánto dinero ganas, cuáles son tus horas de trabajo y si tendré tiempo para continuar con mis actividades privadas.


—Lo que yo gano es confidencial. El decano Jeffers te hará una oferta con un sueldo y una bonificación —tomó un sorbo de té—. Y en cuanto a las horas, son muchas.


Simon frunció el ceño.


—¿Y tu vida social?


¿Vida social? Su vida era la niña.


—Saco tiempo siempre que puedo, pero yo salgo poco.


Tomó otro sorbo de té.


—Creo que pediré una cantidad mínima —dijo él—. Y también horas libres para mí. ¿Crees que el decano aceptará?


Paula tenía en esos momentos preocupaciones más importantes que el futuro económico de Simon. Tenía que proteger a su hija.


Señaló el reloj y se levantó para llevar la taza de él al fregadero


—Tengo una cita con el médico en media hora. ¿Querías algo más?


—¿El médico? ¿Estás bien? —él se levantó de la silla y se acercó como si su interés fuera auténtico. Le puso una mano en el codo—. Yo te veo bien. Excepto por lo del embarazo —claro.


—¿Lo del embarazo? —ella se apartó de su mano.


—Ya sabes a lo que me refiero —la siguió de vuelta a la mesa—. No somos dos desconocidos, Paula. Si te ocurre algo, quiero…


—Es sólo una reunión de rutina en la Clínica Washburn —lo único que quería de su ex era que se fuera rápidamente—. Estoy bien. Y creo que yo siempre he sido la responsable de los dos, así que, si me ocurriera algo, lo resolvería sin tu ayuda.


En lugar de marcharse, Simon la miró sorprendido.


—¿Vas a ver a Andres Washburn? ¿Cómo está?


—¿De qué conoces tú al doctor Washburn?


—Porque doné esperma para su clínica, por supuesto.


Simon no podía ser el número 93579. Sería demasiada ironía que el hombre que afirmaba que los hijos frenarían su carrera y ensuciarían su casa, acabara siendo el padre de su niña. Paula se abrazó el estómago. Aquella posibilidad le daba tantas náuseas como las que había sentido en las primeras semanas del embarazo.




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