domingo, 3 de diciembre de 2017

COMPROMISO EN PRIMERA PLANA: CAPITULO 29




A las tres de la tarde llegó un ramo de flores a la oficina: peonías de color rosa tan artísticamente colocadas que el ramo casi parecía un cuadro. Paula supo enseguida que eran de Pedro y sonrió mientras abría la tarjeta:
Nos vemos esta noche a las 7 p.m. en el número 727 de la Quinta Avenida,
Llevaré una caja azul en la mano.


El número 727 de la Quinta Avenida. Paula decidió buscar la dirección en Google. ¿Cómo vivía la gente antes de la aparición de Internet?, se preguntó mientras esperaba impacientemente que la información apareciese en la pantalla.


Cuando vio dónde debía encontrarse con Pedro esa noche, su corazón se puso a palpitar como loco. Era una emoción que sólo una chica podría entender.


Pero, cuando miró el reloj, arrugó el ceño.


Aún le quedaban cuatro tediosas horas por delante.


Pedro la vio antes de que ella lo viera, caminando rápidamente por la calle, con un elegante traje de chaqueta y zapatos negros de tacón. La tienda acababa de cerrar al público y Paula estaba a punto de llevarse una agradable sorpresa.


En realidad, era asombroso que hubiera podido hacerlo. 


Pero todo, incluso la famosa joyería Tiffany's, se alquilaba si uno tenía dinero suficiente. La idea era un poco cursi, desde luego, pero el sitio era un clásico de Nueva York.


El guardia de seguridad de la puerta, que estaba avisado, dejó entrar a Paula y, un segundo después, estaba delante de él, mirándolo con expresión confusa.


—¿Vamos a asaltar la joyería?


—No —rió Pedro—. Hay guardias de seguridad fuera, como has visto, y varios más en el piso de arriba. Y por aquí debería haber un dependiente, pero suelen ser muy discretos.


Paula miró las estanterías repletas de joyas.


—¿Vamos a cenar aquí?


—¿Has oído hablar de Desayuno con diamantes, la película en la que Audrey Hepburn se queda mirando el escaparate de Tiffany's?


—Sí, claro.


—Bueno, pues ésta va a ser una cena con diamantes.


—¿En serio?


—Absolutamente en serio.


Pedro la llevó a una sala grande, donde los esperaba una mesa con mantel de lino blanco, cubertería de plata y más peonías rosas.


—No puedo creer que vayamos a cenar aquí… en la joyería más famosa del mundo, rodeados de piedras preciosas.


—Y luego tenemos que ir de compras.


—¿Qué?


—He decidido que ha llegado el momento.


—¿El momento de qué? —Paula no podía contener la emoción.


—De comprar el anillo. Yo siempre había pensado que cuando me casara no llevaría alianza, pero…


Ella tenía que hacer un esfuerzo increíble, casi sobrehumano, para no echarle los brazos al cuello.


—¿Pero has cambiado de opinión?


—Quiero que tú elijas la alianza para mí.


—Muy bien.


—Y yo elegiré una para ti.


—Genial —la sonrisa de Paula prácticamente iluminaba toda la joyería.


Tras ellos, uno de los dos camareros encargados de la cena carraspeó y Pedro apartó una de las sillas.


—Señora Alfonso…


Cuando les sirvieron el primer plato, Paula levantó la mirada, atónita.


—¿Pizza?


—Pensé que te encantaba la pizza.


—¡Y me encanta! Es perfecto, todo es perfecto.


—Pizza y Tiffany's, el Nueva York más clásico.


Mientras cenaban charlaron sobre el trabajo, la familia, los viajes que querían hacer. Pedro no hablaba nunca sobre sus padres, pero le habló de una de sus niñeras, que había sido como una madre para él. Le contó que un día tomaron el ferry hasta Staten Island y lo pasaron tan bien que perdieron el de vuelta y tuvieron que dormir en casa de una prima de ella.El mejor momento de su vida, le dijo.


—Salvo esta noche.


Cuando sonó su móvil Pedro decidió no contestar. Pero enseguida le llegó un mensaje de texto.


—Perdona…


—No importa —sonrió Paula—. ¿Ocurre algo? —le preguntó luego, al ver que arrugaba el ceño.


—Nada importante. Una de mis ayudantes me ha dejado un mensaje.


—¿Una de tus ayudantes? No sabia que tuvieras más de una.


—Tengo cuatro.


—Ah, qué suerte —rió Paula.


—Sé que puede parecer absurdo, pero son vitales para mí. Tengo el triple de trabajo desde que mi padre se retiró… no es que me queje, ¿eh?


—Ya me imagino.


—En fin, la pobre se había quedado en la oficina hasta muy tarde para terminar un informe que necesito para mañana. No quería que nos interrumpieran esta noche pero, desafortunadamente, el presidente de AMS no tiene un día libre y eso puede ser muy frustrante a veces. ¿Seguro que quieres estar conmigo?


Ella fingió pensárselo un momento.


—Sí, por supuesto. Pero sigo sin creer que hayas reservado Tiffany's para cenar.


—Por ti, cualquier cosa. ¿Eres feliz?


Paula apretó su mano.


—Mucho. Estoy contigo, Pedro, y eso siempre me hace feliz.




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