martes, 3 de octubre de 2017

RUMORES: CAPITULO 20





-HAS acabado?- Paula abrió un ojo y miró esperanzada a su cuñado.


-Por completo.


-¡No he sentido nada! -se maravilló Paula mirando con ojos críticos su pierna pálida y la sierra antes de agitar los dedos-. Esa cosa hace un ruido horrible.


-Ya eres una niña grande -bromeó Alejo-, y espero que comprendas que normalmente no me dedico a tareas tan mundanas.


-Me siento honrada.


-Eres una paciente terrible. Debe ser genético.


-Ana es mucho peor.


-Ya te lo he dicho. Debe ser genético. ¿Vas a ir directamente a Londres?


-Te mueres de ganas de deshacerte de mí, ¿verdad? -bromeó Paula.


-Encima échame mi hospitalidad a la cara


Paula sonrió.


-Lo cierto es que ya he hecho el equipaje, pero pensaba parar por la granja para ver cómo van las obras. Mañana leo mi papel.


-Al West End, ¿eh? ¿No estás nerviosa?


-Aterrada -confesó ella-. Pero excitada. La idea de trabajar en los escenarios es algo con lo que siempre he soñado. Todavía no puedo creerme que me hayan dado una oportunidad así.


-¿Y no sería más habitual que la suplente se metiera en el papel de la estrella? -preguntó con curiosidad Alejo.


-Normalmente sí y lo está haciendo ahora mismo, pero tiene unas náuseas matutinas muy fuertes, de esas que duran veinticuatro horas. Apenas se puede mantener en pie, cuando menos hacer el papel principal. Puede que esté cometiendo un gran error -musitó en voz alta-. No contenta con sustituir a una actriz tan famosa, voy a meterme en una compañía en la que todos se conocen. ¡Yo! ¡Qué no tengo ninguna experiencia en los escenarios! Debo haberme vuelto loca. Al menos me sé el guión; la compañía dramática local hizo una producción el último año que estuve con ellos.


-Lo harás bien -dijo Alejo con la seguridad del que no tiene que hacerlo él mismo-. No sabía que habías hecho teatro en el colegio.


-No exactamente. Era la suplente de todos. Era demasiado alta para los chicos cuando tenía trece años, pero me aprendí los papeles de todos con la esperanza de que hubiera una epidemia de gripe -confesó con timidez-. Y también me tropezaba mucho.


«Es de esperar que eso no me pase ya», pensó con una sonrisa. Pero solo había una manera de averiguarlo.



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