domingo, 15 de octubre de 2017

PLACER: CAPITULO 25




—¡Caray! Chico, lo estás estropeando todo.


—Mira, papá, como no te calmes, te va a dar un ataque al corazón —dijo Pedro.


—No le va a dar ningún ataque porque tiene el corazón en perfecto estado —añadió Eva—. Pero quizás se resienta si tú sigues jugando al gato y al ratón con tu futuro.


—Tu madre tiene razón, Pedro —dijo John con cara de preocupación—. Ha llegado el momento. Tienes que tomar una decisión.


Los invitados acababan de llegar y Pedro ya estaba deseando que se fueran. Desde el mismo momento en el que habían llegado y se habían sentado a tomar algo, no habían dejado de presionarlo para que tomara una decisión.


Y lo peor de todo era que tenían razón. Si realmente quería presentarse, tenía que decir algo y tenía que decirlo ya. Sin embargo había algo en su interior que no le dejaba dar una respuesta afirmativa y sentirse comprometido con ella.


Quizás fuera porque no tuviera madera de político.


—Estoy de acuerdo con ellos, Pedro —dijo Olivia, tomándole la mano y llevándosela a los labios para besarla. La mirada de Pedro se dirigió a Paula, quien estaba preparándole una copa a John en el mueble-bar.


Pedro retiró su mano de las de Olivia con el mayor cuidado posible, pero es que había sentido grima. Cielos, todo lo que un día había sido suficiente para llenar su vida, carecía ya de valor.


Paula le llevó la copa a John.


—¿Queréis algo más? —preguntó. Se calló y sonrió—. Como podéis ver en la mesa hay entremeses y dulces.


—Gracias, Paula —repuso Eva en un tono forzado—. Ya has hecho un buen trabajo.


Pedro conocía lo suficientemente bien a Paula como para darse cuenta de que le estaba costando mantener la compostura. También sabía que consideraba a su madre la mujer más engreída del mundo.


—Volveré enseguida para comprobar que todo está bien —dijo Paula.


—No hace falta —contestó Eva y se volvió hacia su hijo—. Ya no la necesitamos, ¿verdad, hijo? Además, tenemos que hablar sobre asuntos privados.


Pedro miró a su madre de forma reprobatoria y abrió la boca para contradecirla. Pero no tuvo la oportunidad. Paula se le había adelantado.


—Estupendo, Eva. Seguro que tú puedes prepararles las bebidas y servírselas —dijo resuelta.


Eva abrió la boca para contestar, pero se había quedado sin palabras. Parecía horrorizada.


—Buenas noches a todos. Espero que paséis una agradable velada —añadió Paula con una sonrisa dulce en los labios y un tono de voz aún más empalagoso.




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