viernes, 13 de octubre de 2017

PLACER: CAPITULO 17





Pedro había hecho la ronda por los establos, después se había reunido con Art y en aquel momento se disponía a entrar en la nave nueva. A Pedro le había dado mucha rabia que el viejo granero se hubiera quemado, y no le había quedado más remedio que construir otro con los mejores y más novedosos materiales.


Era su orgullo. Le encantaba pasar tiempo allí y enseñárselo a la gente. Aquella enorme nave pintada de color rojo, se había convertido en el santuario de Pedro y allí acudía siempre que lo necesitaba. Como en aquel momento.


Sería el lugar perfecto para celebrar la barbacoa. Al pensar en ello se paró en seco y soltó una palabrota. Hasta el momento en el que Paula había asumido las tareas de la casa, a Pedro le había apetecido mucho celebrar allí el evento.


El hecho de que ella estuviera trabajando como criada le hervía la sangre. Paula debía de haber sido su esposa, no su ama de llaves. Al darse cuenta de que se estaba excitando comenzó a pasear de nuevo inquieto. Ascendió hacia el pajar. El corazón le latía a toda velocidad, a pesar de que estaba en una excelente forma física. 


Emocionalmente, sin embargo, estaba destrozado. Y todo gracias a Paula. Parecía seguir teniendo la capacidad de hacerlo enloquecer con mucha facilidad.


Pedro apretó los dientes, agarró la horca y se puso a mover unos montones de heno que no necesitaban ser removidos. 


Tenía que hacer algo con toda la energía contenida dentro de su cuerpo.


Había perdido la cabeza.


Ése era el problema. La había besado. Y no sólo la había besado. Había estado a punto de devorarla al sentir el contacto de aquellos pechos contra su torso. Había llevado las manos hasta sus caderas y la había apretado contra él para que sintiera la excitación que estaba experimentando. 


Lo cual le había puesto aún más difícil el deshacerse de aquel delicioso cuerpo.


Paula olía tan bien, besaba tan bien, era tan suave que Pedro había perdido la perspectiva. Lo único que había deseado su cuerpo había sido saciar su sed. Y no lo había conseguido.


Justo cuando había empezado a ser consciente de lo que estaba haciendo, Paula se había entregado a sus brazos y había respondido a aquel húmedo y salvaje beso. Incluso sus lenguas habían llegado a tocarse.


No obstante, al final había logrado cumplir con su deber y había puesto la distancia adecuada entre ellos. Pero para llevar a cabo aquel gesto, había necesitado reunir todas sus fuerzas.


Reflexionando sobre ello, Pedro no podía entender cómo había logrado frenarse. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que estaba de nuevo excitado. Cada vez que pensaba en ella o estaba cerca, Pedro tenía una erección. De alguna forma tenía que aprender a controlar su deseo.


Quizás lo que necesitara fuera a Olivia, quien cubría sus necesidades sexuales. Sin embargo el pensar en tocarla, después de haber acariciado a Paula, le resultaba repulsivo y no iba a hacerlo.


Cada vez se sentía más furioso y más frustrado. ¿Cómo se había atrevido Paula a regresar a su vida para atormentarlo y encima acompañada del hijo de otro hombre?


¿Cómo había podido él permitirlo?




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