viernes, 13 de octubre de 2017

PLACER: CAPITULO 16





En algún lugar lejano de su mente, Paula escuchó un gemido de Pedro. Después sintió cómo él la soltaba y adoptaba una distancia prudencial. Respiraba con dificultad y por la expresión de su rostro, se hubiera podido afirmar que estaba siendo torturado. La miró fijamente a los ojos.


Paula era incapaz de moverse. Casi no podía ni respirar. 


Estaba tan asombrada como él de lo que acababa de ocurrir.


A Paula le temblaba todo el cuerpo y aún notaba la reciente sensación de los labios de él posados en los suyos. Y lo que era peor, podía recrear su reacción cuando Pedro la había apretado contra su cuerpo. Paula había podido sentir la urgencia de su miembro erecto y, aunque fuera horrible, le había encantado y se había frotado contra él.


¿Qué demonios acababa de hacer? Aquello era imperdonable.


—He debido de perder la cabeza —murmuró él, como si le hubiese estado leyendo el pensamiento de Paula.


Aquellas palabras frías y duras fueron el último empujón para que Paula consiguiera recuperar la compostura. Lo miró amargamente.


—Desde luego —le soltó en un tono igual de duro.


—De acuerdo. Ha sido un error —repuso Pedro en un tono aún más gélido—. Pero aun así, no voy a pedir disculpas.


Paula soltó una carcajada llena de sarcasmo.


—¿Tú pedir disculpas? El gran Pedro Alfonso. Ese pensamiento no se me había pasado por la cabeza ni por un instante —comentó Paula tan cortante como un cuchillo.


—Maldita seas, Paula.


—No te atrevas a maldecirme ni a echarme la culpa. Tú eres quien... —Paula se calló al darse cuenta de que su voz se estaba rompiendo. Era el puro reflejo de lo que estaba ocurriendo en su interior. Estaba a punto de derrumbarse y no quería que él se diera cuenta.


Después de todo Pedro estaba jugando en su terreno, lo que le daba mucha ventaja.


—Te ha besado —dijo él finalizando la frase que había comenzado Paula.


—Eso es.


—Y no sé por qué lo he hecho.


—Espero que eso no sea una pregunta —dijo ella.


—Quizás sí.


—Pues estás perdiendo el tiempo.


—No lo creo —añadió Pedro y se calló. Se miraron fríamente—. Quizás tengas la respuesta ya que tú has respondido a mi beso.


—Es verdad —admitió Paula.


De repente se sintió acalorada y se ruborizó. Tenía razón. Lo había correspondido en aquel beso. De hecho había sido un beso demasiado corto para su gusto. Había sido como entrar en el jardín del Edén. Sin embargo no quería compartir sensaciones tan íntimas con él, sobre todo teniendo en cuenta que ni siquiera ella había podido aún digerirlas.


Había tratado por todos los medios de no caer en aquella trampa y al final había fallado estrepitosamente en su intento. Acababa de saltar al vacío.


Pedro se mesó los cabellos y dio un paso atrás sin dejar de mirarla.


—Quizás no deberías quedarte aquí —dijo.


—¿Me estás echando? —preguntó Paula presa del pánico.


—No he dicho eso —respondió él suavemente.


—¿Qué has querido decir entonces?


—Maldita seas, Paula.


—Es la segunda vez que me maldices —advirtió Paula. Él parpadeó—. Respecto a lo de antes, es verdad que yo también te he besado y no me enorgullezco de ello. Pero dos no se besan si uno no quiere, Pedro. Así que será mejor que dejes de maldecirme y que te pongas un espejo delante.


Pedro palideció y se acercó a ella. Pero se apartó de inmediato ya que Teo acababa de entrar en la habitación.


—Mamá —dijo el niño, que obviamente tenía un gran sentido de la oportunidad.


—¿Qué quieres, cielo? —preguntó ella sacando fuerzas de flaqueza.


—La abuela te llama.


—Ahora mismo voy.


—Vale, voy a avisarla.


—No te preocupes, que ya voy contigo —dijo Paula.


—¿Puedo quedarme aquí con Pedro mientras estás con la abuela? —preguntó Teo.


—No, Teo, ya lo sabes —contestó en un tono inflexible.


Sintió la mirada de Pedro sobre ella.


—No pasa nada. No me importa si se queda conmigo —afirmó el hombre.


—A mí sí que me importa —declaró Paula.


—Mamá, por favor —suplicó Teo.


—He dicho que no.


El niño hizo un mohín, pero salió corriendo de la habitación.


El rostro de Pedro se había ensombrecido.


—Bueno, yo también me marcho —dijo secamente.


—No, por favor, espera —le pidió Paula.


Pedro se dio la vuelta. Tenía la mandíbula en tensión, lo que delataba que estaba molesto. Los dos tenían que superar aquel incidente y seguir adelante. Si no, Paula tendría que marcharse.


—Estoy esperando —dijo él cortante.


—Tenemos que hablar de los detalles de la barbacoa.


—¿Estás tomándome el pelo? —dijo Pedro mirándola de forma incrédula.


—No, no te estoy tomando el pelo.


—Mira, lo último que me importa ahora mismo son los detalles de la barbacoa —afirmó él—. Sobre todo después de lo que ha ocurrido.


—¿Sabes una cosa? A veces puedes ser un auténtico bastardo —le soltó Paula.


—Eso me han dicho.


—No voy a largarme de aquí —advirtió Paula.


Pedro le había pillado desprevenido y tardó en contestar.


—¿Qué quieres decir con eso?


—Quiero decir que no me voy a marchar —respondió ella suavemente a pesar de que tenía la mirada fría como el hielo—. No nos vas a dar una patada a Teo y a mí.


—Parece que estuvieras hablando de un monstruo —dijo él frunciendo el ceño.


—De un monstruo no, creo que había dicho un bastardo.


Por la expresión del rostro de Pedro, parecía que le estaban dando ganas de estrangularla. Seguramente estuviera pensando que se había pasado de la raya. La verdad era que a Paula no le importaba en absoluto lo que él pensara. 


Pedro también se había comportado de forma repugnante
Paula estaba a punto de hacer otro comentario desagradable cuando fue interrumpida de nuevo por Teo.


—¡Mamá! La abuela te está llamando. Dice que tiene mucha fiebre.


—Vete a ver a tu madre, dime cómo va todo y si necesita algo —le dijo Pedro bruscamente.


—Venga, mamá.


—Ya voy, cielo.


—Llámame si me necesitas —insistió Pedro. Molly se sorprendió ante aquella preocupación, pero no dijo nada—. Hasta luego —murmuró Pedro al salir de la habitación.


Paula salió corriendo hacia la habitación de su madre. 


Monica se había puesto peor mientras ella estaba entretenida discutiendo con Pedro. A Paula le entraron ganas de gritarle a alguien, sin importarle quién fuera. Había sabido que regresar al rancho sería una prueba difícil. Pero no había imaginado la verdadera dificultad de la prueba hasta que había sentido la calidez de los labios de Pedro besando los suyos.


¿Qué había hecho?


—Mamá, ¿estás bien? —le preguntó nada más entrar en el cuarto, aunque al verla ya supo la respuesta. El rostro de su madre estaba muy colorado.


Sin decir nada más Paula entró en el baño y empapó una toalla en agua fría. Humedeció el rostro de su madre con ella y después la dobló y la puso sobre la frente.


Sobre la mesilla de noche había un bote de pastillas. Sacó dos y se las dio a su madre.


—Mamá, ¿te duele algo?


—No. Sólo me siento cansada —dijo Monica con un hilo de voz.


—Voy a llamar al doctor. Quizás tenga que venir a verte.


Cinco minutos después estaba al teléfono. El doctor Coleman le aseguró que iría a visitarla en caso de que hiciera falta. En su opinión, no debía de ser nada importante. Quizás Monica hubiera pillado un virus. Y estaría recuperada en las siguientes veinticuatro horas.


Paula había pensado lo mismo, aun así había preferido consultar al médico. Cuando terminó de hablar con él, a Monica ya le había empezado a bajar la fiebre y se había dormido. Aun así, Paula no quiso dejarla sola y se quedó allí con Teo en su regazo leyéndole cuentos.


Hasta que la fiebre no desapareció Paula no se apartó de la cama de su madre. Después, cuando Monica ya se mostró recuperada, Paula salió en busca de Pedro con Teo a su lado. Le gustara a Pedro o no, ella necesitaba la información necesaria para preparar la barbacoa. Necesitaba su colaboración tanto como la de Monica. Sólo les quedaba una semana y ella no era de las que esperaban al último momento para prepararlo todo.


Además, Paula quería hacerlo bien y ofrecer una buena impresión. Estaba convencida de que podía tener éxito.


—Mamá. Me gusta el señor Pedro —susurró Teo.


Paula sintió una fuerte opresión en el pecho porque sabía que ya no había vuelta atrás.



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