martes, 19 de septiembre de 2017

UNA PROPOSICIÓN: CAPITULO 28




Paula caminaba por el pasillo fuera de la sala del tribunal. Lo único que podía pensar era en escapar.


—Tiene razón sobre HuntCom.


Se detuvo al oír la voz de Ernesto. Él era el único que había guardado silencio en la sala y ahora la miraba con expresión de pesar mientras acariciaba la cabeza de Valentina.


—Todos los que trabajamos allí lo hacemos por nuestros propios méritos, y eso es lo único que ha importado siempre. He intentado decírselo a Stephanie, pero ella no atiende a razones cuando se trata de Pedro.


Paula alzó las manos.


—Lo siento.


—¿Paula? —Valentina la miraba preocupada—. ¿Ese juez va a decir que ya no podremos ver más a papá?


—No se trata de eso, querida —le aseguró Ernesto con suavidad.


Paula apretó los labios un momento.


—Ernesto tiene razón —consiguió decir al fin. Miró también a Ivan—. Siempre podréis ver a vuestro padre. Él se asegurará de eso, aunque os vayáis a Suiza —cosa que sería inevitable gracias a su terrible actuación ante el juez.


Besó a Valentina en la frente y después a Ivan.


—Os quiere más que a nada. Y no permitirá que nada se interponga entre él y las personas que quiere —y como ya no podía reprimir más las lágrimas, se enderezó.


Y se encontró con Pedro.


Inhaló con fuerza.


—¿Tú no tienes que estar en la sala?


—El juez ha dictado un descanso —él tenía las manos en los bolsillos—. No has mentido.


Por la mejilla de ella bajó una lágrima.


—Te dije que no lo haría.


—No podrías aunque quisieras.


Paula fue vagamente consciente de que Ernesto alejaba a Valentina e Ivan de allí.


—Quería hacerlo —susurró.


—¿Para qué yo no supiera que me quieres?


Paula sintió un dolor nuevo.


—No —señaló la sala con la barbilla—. Para hacerles creer que lo nuestro es real.


—Ya lo creen —repuso él.


—Pero yo no les he dicho eso.


—No hacía falta —él sacó las manos de los bolsillos y le acarició la cara—. Lo único que tenías que hacer era ser tú —la miró—. Sabía desde el principio que eras una mujer increíble, pero no me he permitido pensar en lo mucho que significas para mí hasta que te he visto salir de la sala y me ha entrado miedo de que siguieras andando y no pararas. Dios sabe que te he dado motivos.


A Paula se le nubló la vista. El corazón se le subió a la garganta. Intentóhablar, pero sólo pudo decir:
Pedro.


Él le acarició la mejilla.


—Siento mucho haberte puesto en la posición de tener que justificarte.


—Tú no lo sabías —repuso ella.


—Debería haberlo sabido. Pero pase lo que pase en esa sala, puedo lidiar con ello si sé que no te he perdido a ti —la miró a los ojos con intensidad, como si quisiera ver todo el camino hasta su alma—. ¿Te he perdido?


Ella le cubrió las manos con las suyas. Las atrajo hacia sí y le besó las palmas. Lo miró y esa vez era ella la que veía su alma.


Estaba allí, abierta y desnuda e igual de insegura de ser amada como se había sentido ella.


Sus miedos se calmaron. Se adelantó a abrazarlo.


—No me has perdido.


—¿Seguro? Tú te mereces más que un hombre como yo. Te lo mereces todo.


Su incertidumbre la conmovía.


—Entonces te merezco a ti —se puso de puntillas y lo besó en los labios—. Y estoy más segura de lo que he estado de nada en toda mi vida —susurró.


Él la estrechó con fuerza.


—Te quiero —dijo en voz baja—. Y creía que no volvería a amar nunca.


—Yo también te quiero —Paula respiró hondo—. Cuando te dije que resultaras convincente, no me esperaba esto.


Él se echó a reír. Metió una mano en el bolsillo de la chaqueta.


—Y el hombre afortunado se llevó a la princesa —tendió la mano con una horquilla pequeña en la palma.


A Paula se le oprimió el corazón.


—Yo llevaba ésas la noche de la fiesta de Fiona.


—Parece que haga una vida entera de eso —él levantó uno de sus rizos y le puso la horquilla.


Paula lloraba de nuevo, pero no le importó.


—Esa vida está delante de nosotros —susurró.


—¿Un cuento de hadas distinto? —él le alzó la mano y le besó el dedo con el anillo—. ¿Uno con vestido blanco y anillo de boda a juego?


Paula contuvo el aliento. Asintió con la cabeza.


—Sí. Y estaremos juntos en todos los capítulos.


Y cuando él sonrió con lentitud y la tomó en sus brazos una vez más, ella supo en el fondo de su corazón que escribirían un final feliz.


Lo escribirían juntos.






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