sábado, 2 de septiembre de 2017

UN MARIDO INDIFERENTE: CAPITULO 4




—Desapareciste como por arte de magia —la acusó Nazirah una hora más tarde de camino al Mercado Central de la ciudad.


—Tenía dolor de cabeza.


—Te vi hablando con ese tipo. ¿Te dijo quién era?


—Un consultor del Banco Mundial. Está aquí sólo por una temporada.


Paula intentó sonar aburrida. No quería hablar de Pedro. Ni siquiera quería pensar en él.


—¿Y qué más te contó?


—Que le gusta el curry —dijo con repentina inspiración—. Y le vuelve loco el satay con salsa de cacahuetes.


Todo lo cual era verdad, pero desde luego no lo sabía por la conversación del día anterior.


—¿Es de eso de lo que hablaste con un hombre tan interesante? ¿De comida?


El tono de Nazirah indicaba su desdén por aquella táctica tan particular.


—La comida es un tema estupendo. Todo el mundo tiene que comer. Y es controvertido también, porque cada uno tiene su opinión.


Nazirah parpadeó varias veces.


—Puedes aprender mucho de la gente averiguando el tipo de comida que le gusta. Si son aventureros, si tienen imaginación, si son conservadores, románticos, aburridos a morir. Yo escribí un artículo sobre el uso de la comida en el análisis del carácter el mes pasado. A mis lectores les hice un gran servicio.


—¿Y qué descubriste de él? —preguntó dudosa Nazirah—. ¿Qué dice eso de su carácter?


—A él le gusta todo —lo que era básicamente verdad—. Lo que le hace conservador, imaginativo, aventurero y con tendencias aburridas.


Nazirah soltó una carcajada.


—¿Y en el asunto romántico?


—¿Romántico?


—Que si es romántico.


Paula se lo pensó.


—Tiene sus momentos. Flores, chocolate, joyas, ese tipo de cosas.


A veces también lujosos libros de cocina y extraños utensilios de los sitios más exóticos del planeta.


—Hum. ¿Y qué hay de las letras y la poesía? ¿Y de las llamadas de teléfono eróticas? —Nazirah bajó la voz—. Adoro las llamadas eróticas.


A Paula se le contrajo el pecho y tragó saliva ante el repentino nudo en la garganta. Apartó la vista.


—Nada.


—¿Es un buen amante?


El corazón le dio un vuelco. Dios bendito, tenía que cambiar de tema. Lo último en lo que quería pensar era en los talentos de Pedro en la cama.


—Escucha —dijo con impaciencia—. Hay límites en lo que puedes averiguar de un hombre sólo por conocer sus preferencias culinarias. Si estás tan interesada en ese hombre, sal con él, acuéstate con él y descúbrelo tú misma.


«Dios mío. ¿Qué estoy diciendo?», pensó con una oleada de pánico.


Nazirah la miró con asombro.


—¿Por qué te has enfadado conmigo?


—No estoy enfadada contigo.


—Pues eso parecía. Yo sólo estaba charlando para divertirme un poco contigo.


—Lo siento.


Nazirah se quedó en silencio un momento.


—No intento enfadarte, pero si estás interesada tú en él, me mantendré alejada.


—No estoy interesada en él. Te lo puedes quedar. Quizá tu madre pueda invitarle a cenar. A él le encantan las comidas caseras —se mordió el labio—. Me lo dijo él mismo.


La confusión y la vacilación asomaron a la cara de Nazirah.


—Tú conoces a ese hombre, ¿verdad? —preguntó con suavidad.


—No —dijo ella sintiendo frío—. Sólo pensé que lo conocía.



****


Ella tenía veintiún años cuando conoció a Pedro en una fiesta que habían dado sus padres en Washington. En aquella época, Pedro trabajaba con su padre en USID y era tenido en muy alta estima por él. Una mirada a Pedro y Paula también había pensado maravillas de él. El corazón casi se le había parado y se había olvidado de respirar. El mundo alrededor de ella había dejado de existir. La copa de vino que llevaba en la mano se le había deslizado y aunque no se había roto, el vino se había derramado sobre la valiosa alfombra persa de su madre.


Pedro le había conseguido otra copa de vino y no se había despegado de su lado en toda la tarde. Los días y semanas que siguieron estaban nublados entre una mezcla de amor, risas y pasión.


Ella se había enamorado muchas veces, pero ninguna comparada con aquella. ¡Aquello era lo auténtico! Amaba a aquel hombre con toda su alma. Lo sabía.


Un mes más tarde estaban casados.







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