jueves, 3 de agosto de 2017
BUENOS VECINOS: CAPITULO 19
Pau sintió cada kilo de su bolsa a medida que la correa se clavaba en su hombro. No iba a mirar atrás. No podía. En esa ocasión debía enfrentarse a la realidad, no al sueño. Y ésa era que Pedro no la amaba, no del modo en que ella necesitaba que la amara. No como ella lo amaba.
Al entrar en el camino que conducía a la parte frontal de la casa de los Cameron, no pudo evitar girar la cabeza hacia el rancho. Una mujer de cabello oscuro, alta como Pedro, se bajó del coche y Pau se detuvo. Él bajó los escalones con Daniela envuelta en la manta. A través de los dos jardines, oyó la exclamación de Barbara y la vio tomar al bebé que Pedro le ofrecía. La meció en sus brazos y la vio besar la frente perfecta.
No pudo mirar más.
Abrió la puerta y entró. Si en el pasado la habían asombrado la opulencia y la perfección del recibidor, en ese momento le pareció frío y vacío. Fue hasta el salón, miró por los enormes ventanales hacia las praderas que se extendían ante ella, tan vastas e implacables. Llevó la bolsa a la habitación de invitados, la soltó y esperó. Un sonido. Cualquier cosa.
En el rancho, Pedro volvía a conectar con su hermana y se reconciliaba con su pasado. Daniela se iría a casa, pero él la vería a menudo. No había tenido que despedirse del bebé.
Pero ella los había perdido a los dos. Se hallaba sola.
Desolada, enterró la cara en la almohada y dejó correr las lágrimas que había estado conteniendo toda la mañana.
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