jueves, 6 de julio de 2017
PROMETIDA TEMPORAL: CAPITULO 13
Un aullido despertó a Pedro de madrugada. Miró a la mujer que dormía a su lado y sonrió. Normalmente necesitaba varias noches antes de dormir bien junto a una mujer, pero con Paula se había acomodado con increíble facilidad. No recordaba la última vez que había dormido tan plácidamente.
De no haber sido por Kiko, seguramente no se habría despertado hasta que fuera completamente de día.
Movió a Paula con suavidad y, al volver a acomodarse, la oyó hacer un ruidito que le resultó delicioso. ¿Sería eso lo que haría cuando hicieran el amor? Se moría de ganas de descubrirlo.
Le dio la espalda deliberadamente y salió al patio. Kiko estaba sentada en el césped, con la cara levantada hacia la luna, en una pose tan bella y salvaje que despertó el lado más primitivo de Pedro. Deseaba dejarse llevar por el instinto y olvidarse por un momento de la lógica intelectual que determinaba prácticamente todos sus movimientos.
Deseaba formar parte de un mundo más natural donde podría seguir su lado animal. La certeza de que no podía hacerlo, y ella tampoco, lo llenó de tristeza.
Kiko era un animal salvaje atrapado desde que lo habían domesticado, una trampa que él trataría de evitar a toda costa. Antes de que pudiera aullar de nuevo con la misma tristeza, Pedro silbó suavemente y, aun a su pesar, la perra acudió casi de inmediato.
—Me da mucha lástima —dijo Paula detrás de él, dando voz a sus pensamientos.
Pedro se volvió y se quedó inmóvil. La luz de la luna bañaba su desnudez. Era un estudio en marfil y carbón. El cabello, los hombros y los pechos brillaban como perlas, pero la sombra caía sobre su vientre y el oscuro y fértil rincón que se escondía entre sus piernas. Pedro se olvidó de toda lógica intelectual.
—La naturaleza la llama, pero ella no puede responder como desearía porque está atrapada a medio camino entre el lobo y el perro —Paula lo miró a los ojos—. ¿Es eso lo que sientes tú? ¿Estás atrapado entre dos mundos?
Pedro seguía sin poder pensar con claridad. Comprendía la pregunta, pero seguía pensando en ella. En las exigencias de su cuerpo.
—Pedro…
Ella cometió el error de acercarse y la luna acabó con las pocas sombras que la protegían.
—Tu familia es muy sentimental. Sin embargo tú no.
No podía apartar los ojos de ella.
—No estés tan segura.
En su rostro apareció una sonrisa.
—¿Entonces tú también eres así?
Pedro tuvo que hacer varios intentos hasta conseguir hablar.
—Si te toco de nuevo, lo descubrirás personalmente. Y yo romperé la promesa que le hice a Primo.
Hubo un momento de silencio. Después, con un pequeño suspiro, ella dio un paso atrás y dejó que las sombras la engulleran para volver al mundo de fantasía del que se había escapado. Pedro sentía que todo su cuerpo le pedía que fuera tras ella. Sabía que todo se debía a la luna y al aullido de Kiko, que habían desatado sus instintos más primitivos.
Como si fuera consciente de todo, la perra pasó a su lado y se sentó en la puerta, bloqueándole el paso.
—Tú ganas esta vez —le dijo Pedro—. Pero no creas que va a ser siempre así.
Dicho eso, se dio media vuelta y huyó de aquel deseo que sobrepasaba la razón mientras se frotaba el incesante picor que sentía en la palma de la mano.
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