jueves, 27 de julio de 2017

NUEVO ROSTRO: CAPITULO 29





Paula estaba indignada. Se había pasado el día pensando que Pedro era un tipo genial y nada más entrar al club lo había sorprendido haciendo negocios con su padre.


—No puedo creerlo.


—¿Qué te pasa, cielo? —le preguntó su padre.


—Tranquilízate, Paula. Tu padre y yo por fin hemos llegado a un acuerdo.


Eso la enfadó todavía más.


—Me da igual a qué acuerdo habéis llegado. No voy a formar parte de vuestros negocios. Pensé que lo habías entendido, Pedro.


—No sé a qué te refieres… ¿a qué te refieres? —le preguntó él.


—Mi padre te está ofreciendo algún tipo de soborno.


—Bueno, es cierto que he negociado un poco con Pedro, pero no es culpa suya, Paula —le dijo su padre.


—Papá, estoy cansada de que intentes siempre organizarme la vida.


Hernan se levantó y se acercó a ella.


—Escúchame, hija, no estoy intentando organizarte la vida.


—Claro que sí, aunque creo que no te das cuenta. En parte ha sido culpa mía porque he permitido que me des un trabajo y estoy viviendo en tu casa, pero voy a dejar de hacerlo.


—Me alegro, hija, pero no tienes por qué enfadarte conmigo. Solo quiero lo mejor para ti y sé cómo…


—No, papá, no sabes nada. Dimito. No voy a seguir trabajando para ti ni viviendo en tu casa.


—No deberías dejar tu trabajo sin haber encontrado otro antes —le dijo su padre.


—No es tu problema, papá. Voy a recuperar las riendas de mi vida y a tomar mis propias decisiones a partir de ahora.


Hernan sacudió la cabeza.


—Mira que eres cabezota. Habla con ella, Pedro.


—Paula —dijo este.


—Ahora no quiero hablar contigo.


—Cariño, estás exagerando —añadió él.


Paula no estaba de acuerdo.


—No estoy exagerando. Si hubieses sido tú el que nos hubieses sorprendido a tu madre y a mí haciendo lo mismo, también te habrías enfadado. ¿Por qué los hombres pensáis que podéis organizarme la vida a mis espaldas?


—No pensamos eso —le dijo Pedro.


—Entonces, ¿por qué te estabas tomando una copa con mi padre y diciéndole que ibas a pedirme que me casara contigo? —inquirió.


—Porque quiero que seas mi esposa —respondió Pedro—. Es evidente. Y sé que tú también lo quieres, porque no eres de las mujeres que se acuesta con un hombre si no quiere casarse con él —añadió, acercándose para que solo lo oyese ella.


Paula dio un grito ahogado y retrocedió antes de darle una bofetada. ¡Cómo se atrevía!


—No puedo creer que me hayas dicho eso. No quiero seguir hablando contigo. Cena con mi padre y cerrad el trato con respecto al club, pero a mí dejadme fuera, Pedro Alfonso.


Y dicho aquello se dio la media vuelta y salió del club. Una vez fuera, estuvo a punto de derrumbarse. Estaba cansada, enfadada y tan dolida que solo quería hacerse un ovillo y morirse.


Oyó que la puerta se abría tras de ella. Se giró con la esperanza de ver a Pedropero en su lugar apareció un hombre moreno al que no conocía.


Fue hasta su coche y lo puso en marcha. No sabía adónde ir y terminó en un hotel de carretera. Alquiló una habitación y se sentó en la cama intentando no llorar.


Ni siquiera después del accidente se había sentido tan rota por dentro.


Se tumbó, se abrazó a la almohada y empezó a llorar.


Pero pronto se dijo que no podía quedarse allí sin hacer nada. Tenía que poner en marcha un plan. Al día siguiente se llevaría las cosas de casa de su padre y llamaría a su jefe de Starwood. Era una empresa internacional, así que seguro que podía ofrecerle trabajo fuera de Royal, porque había llegado el momento de marcharse.


Aquella sería la única manera de que su padre se diese cuenta de que iba en serio y de que no iba a permitir que siguiese dirigiendo su vida.


Tomó el cuaderno que había en la mesita de noche y empezó a hacer una lista, pero su mente pronto pasó a pensar en Pedro.


¿Por qué no le había pedido directamente que se casase con él? Quería desenamorarse de él, pero sabía que aquella herida iba a tardar un tiempo en cerrarse.


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