miércoles, 26 de julio de 2017

NUEVO ROSTRO: CAPITULO 24





A Paula le encantaba la sensación de libertad que tenía cuando montaba a Buttercup. Había parado con Pedro en los establos para dar un paseo e iban a dirección a una poza en la que habían pasado mucho tiempo el verano que habían salido juntos.


Hacía calor aquella tarde, pero no tardarían de refrescarse en el agua.


—Siento otra vez lo del rumor —se disculpó Pedro.


—No pasa nada. De todos modos, lo mejor es que lo hayamos hablado. Así estamos seguros de que el pasado, pasado está, y podemos seguir adelante.


Paula le había dado muchas vueltas al tema después de que Abby le hubiese contado aquello. Sabía que, viviendo en Royal, la gente siempre se iba a meter en su vida.


Sabía que hablaban de su accidente y de que su novio la había dejado. Así eran las ciudades pequeñas y, aunque a ella no le gustaba ser el centro de las conversaciones, tenía la sensación de saber siempre qué tramaban sus vecinos.


—Abby no está nada contenta contigo —le dijo a Pedro.


—A mí solo me importa tu opinión —respondió este.


Ella le sonrió.


—Me alegra oírlo, pero si quieres ganar el concurso del Club de Ganaderos de Texas, tendrás que considerar su opinión porque Abby tiene un papel muy importante en él.


—Brad piensa que no va a ganar las elecciones.


—No sé quién va a ganar, pero Abby va a traer a otro promotor inmobiliario para que tú no seas el único —le dijo Paula.


—Gracias por la información —le contestó Pedro—. Yo voy a hacer lo que me ha pedido Brad y si consigo el trabajo, tanto mejor.


—¿De verdad?


—Sí. Vine por mi madre y como Brad me había pedido que hiciese un proyecto, pensé en aprovechar la ocasión, pero mi fortuna no está unida al club.


Ella se preguntó si sería cierto que el club le interesaba tan poco. En Royal, era un lugar exclusivo al que todo el mundo quería pertenecer, pero tal vez Pedro tuviese otra manera de ver las cosas, después de tanto tiempo fuera de la ciudad.


—¿Vienes mucho por aquí? —le preguntó él.


Ella negó con la cabeza.


—Suelo montar en los establos, para que nadie se preocupe por mí.


—¿Por qué iban a…? Ah, supongo que te refieres a cuando empezaste a montar otra vez.


Paula recordó aquellos primeros días, cuando todavía llevaba el cuerpo vendado. No había tenido ganas de ver a nadie y había querido esconderse de los trabajadores del rancho de su padre.


—Sí, me di cuenta de que era un ser de costumbres, pero necesitaba mantenerme alejada de la gente. Me sentía un poco como la Bestia de La bella y la bestia.


—Seguro que no te parecías en nada a la bestia.


—Sí. Nadie me miraba directamente y además al principio llevaba la cara vendada. A veces todavía me despierto pensando que sigo teniendo la cara quemada y siento miedo.


—Espero poder hacer que te olvides de todo eso —le dijo Pedro.


—No quiero hacerlo. Necesito recordar para que no se me olvide que la vida es un regalo.


—Eso es cierto.


Llegaron a la poza y desmontaron.


Los caballos estaban entrenados para quedarse donde los dejasen y Paula y Pedro sacaron el picnic.


—No sé tú, pero yo necesito darme un baño antes de comer —comentó Pedro.


—Aunque suene mal, estoy sudando —dijo ella.


Pedro se echó a reír.


—A mí me encanta verte brillar.


Paula le dio un beso rápido. Se sentía muy afortunada por poder estar con él.


Por un lado, porque era un hombre muy sexy y atento; por otro, porque había sentido miedo al pensar que solo había vuelto a Royal a vengarse.


—Gracias —le contestó—. El último que se meta en el agua tendrá que hacer la cena.


Luego se quitó las botas de una patada y se desabrochó el pantalón. Se lo bajó y después se deshizo de la camiseta y del sombrero a la vez, quedándose en bañador.


Vio a Chris Pedrosaltando a la pata coja, intentando quitarse los pantalones y las botas al mismo tiempo, y echó a correr hacia la poza.


La risa de Pedro la siguió hasta el agua y un segundo después iba él.


—Empate —dijo Pedro al emerger del agua.


—Yo he llegado antes —protestó Paula.


—Si tú lo dices.


Ambos flotaron en el agua y la pierna de Paula tocó la de él. De repente, ya no importó quién hubiese ganado la carrera. 


Pedro la besó apasionadamente.


La abrazó y ella puso las piernas alrededor de su cintura y se aferró a sus hombros.


Paula notó las manos de Pedro en el trasero. Notó que le metía la lengua en la boca, y pensó que no era suficiente. 


Quería más.


Inclinó la cabeza para profundizar el beso y le agarró la cabeza con ambas manos para intentar controlar la pasión que crecía entre ambos, pero era algo incontrolable y Paula se sintió más viva que nunca.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario