lunes, 24 de julio de 2017

NUEVO ROSTRO: CAPITULO 19






Paula disfrutó mucho de la comida, pero su padre los interrumpió con una llamada cuando llevaban más o menos una hora juntos, y tuvo que pedirle a Pedro que la llevase de vuelta a Royal, cosa que este hizo a regañadientes.


—Lo siento.


—No pasa nada. Sé que tienes que atender a tu padre cuando te llama.


—No siempre, pero hoy me necesita —le contestó ella.


Aunque, en el fondo, no estaba segura de que la necesitase en ese instante, esa mañana le había dicho que no tenían que presentar la oferta en la que estaban trabajando hasta el viernes.


—¿Estás libre esta noche? —le preguntó Pedro.


—Sí. ¿Quieres que salgamos?


—Sí. Quiero ir a algún lugar donde podamos bailar para tenerte abrazada toda la noche.


—De acuerdo, aunque ya no puedo ponerme tacones como antes.


—Me parece bien.


Ella sacudió la cabeza.


—Solo estaba pensando en que quería estar guapa, perdona por haberte dicho eso.


—Tú siempre estás guapa. ¿Qué tienen que ver los zapatos con eso?


—Que me hacen las piernas más largas.


—Paula, si tus piernas fuesen más largas, me moriría. De verdad que son preciosas, te pongas los zapatos que te pongas.


Tal vez él pensase eso, pero Paula había empezado a desear cosas en las que hacía mucho tiempo que no pensaba, desde el accidente. Y una de ellas era que quería ponerse un vestido ceñido y unos tacones.


Pensó en la pequeña Sara y se sintió avergonzada.


Ya tenía edad para que no le importase tanto el aspecto físico y la ropa.


—Gracias, Pedro.


—¿Por qué?


—Por las cosas bonitas que me dices, estaba pensando como la Paula de antes del accidente. ¿Era muy superficial?


—De eso nada. Solo estabas acostumbrada a ver el mundo de una manera diferente. Ahora ha cambiado todo. No me malinterpretes, si quieres ponerte guapa, yo encantado. Me gusta verte mucho más segura de ti misma con la ropa de montar a caballo que con la ropa de ir a trabajar —le dijo—. Andas por los establos con la confianza de cien mujeres.


Aquello tenía sentido, como siempre con Pedro. Paula ya se había dado cuenta de que la ropa que llevaba puesta influía en su manera de sentirse. Y la ropa de montar la hacía sentirse segura de sí misma.


Se inclinó y le dio un beso. No fue un beso apasionado, solo un roce de labios contra su mejilla. Pedro era mucho más que un hombre de su pasado. Más que un hombre con el que salía de vez en cuando y que le hacía sentirse otra vez como una mujer. Se estaba enamorando de él otra vez y no sabía si era sensato.


Había pasado una época muy difícil y era el primer hombre con el que salía después de todas las operaciones. 


Necesitaba hablar con alguien, necesitaba una segunda opinión, pero no estaba segura de querer confiarle sus sentimientos a nadie.


Pero así era el amor, no era como las matemáticas, no tenía garantías ni implicaba ninguna promesa. El amor hacía que una se sintiese así de bien por dentro y que, al mismo tiempo, tuviese miedo y dudas.


Pedro se quedó mirándola y ella se dio cuenta de que había dejado la conversación a medias. ¿De qué estaban hablando? ¿De montar a caballo?


—Me encanta montar a caballo —comentó.


—Ya me he dado cuenta.


—¿Tienes algún plan para el sábado? Voy a ir a casa de tu madre, a trabajar en unos conjuntos que vamos a hacer para la unidad infantil de quemados. Y no estoy segura de caerle bien a tu madre.


—Tengo planes. Va a venir mi compañero de habitación de la universidad. ¿Por qué tienes dudas con respecto a mi madre?


—Porque sabe que te rompí el corazón hace años. Va a ayudarme con lo de la ropa, pero me trata con frialdad.


—Sé tú misma y verás cómo es más cariñosa —le aconsejó Pedro.


Paula pensó que tal vez fuese buena idea dejar de verse todos los días, así podría volver a ver las cosas de manera objetiva. Tenía que asegurarse de qué era lo que sentía… si era amor. Se maldijo, no había planeado volver a sentirlo nunca.


Benjamín le había roto el corazón al dejarla y ella había creído que no volvería a enamorarse jamás.


Eso era lo que la asustaba. Si permitía que Pedro le importase demasiado y para él lo suyo era solo algo temporal, se moriría.


Y no quería que volviesen a romperle el corazón. Quería ser cauta y protegerse de unas emociones que Pedro despertaba en ella con demasiada facilidad, pero sabía que ya era demasiado tarde. Aquel hombre la tenía hechizada y no solo quería tenerlo en su cama, sino en su vida en general.


Y eso hizo que se sintiese como una tonta, porque ni siquiera su padre sabía que estaba saliendo con él. Y porque acababa de salir de una época muy oscura de su vida, pero no podía evitar sentir lo que sentía, ni quería hacerlo.





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