domingo, 25 de junio de 2017

EL SECRETO: CAPITULO FINAL




Paula no comprendía que Pedro estuviera tan tranquilo. Ella estaba temblando. Miró nuevamente a Tomás, que seguía muy serio. Pero no estaba asustado. El niño esbozó una sonrisa y ella lo correspondió, pese a todo lo que estaba sintiendo. Deseaba abrazarlo. Pero tenía miedo de tocarlo.


‐¿Y qué pasará ahora? ‐preguntó.


‐Tendrá que rellenar algunos documentos en la comisaría esta tarde ‐dijo Alonso‐. Después podrá marcharse con su hijo a su casa.


‐¿Eso es todo? ‐dijo, desconcertada.


‐No exactamente ‐intervino Pedro‐. Paula, hay algo más que deberías saber antes de que te emociones demasiado.


‐¿No irás a decirme que lo han maltratado?


‐No, no se trata de eso. Claro que no ha tenido una vida fácil, de casa en casa y de orfanato en orfanato durante los últimos cuatro años.


Paula sintió una punzada de dolor. El niño había sufrido un tormento. Tenía un montón de preguntas en la cabeza. Pero no era el mejor momento mientras Tomás aguardaba, erguido como un soldado.


Pedro hizo un gesto y Alonso se desplazó unos metros. 


Reapareció al instante con otro niño más pequeño. Paula jadeó ante la presencia de otro niño.


‐Este último año, mientras se instalaban en el nuevo orfanato, Tomás adoptó a un compañero —la voz de Pedro era grave, baja—. Tomás considera que Tulio es como su hermano. Son uña y carne.


Nadie dijo nada. El corazón de Paula latía con fuerza.


—No me gustaría separarlos ‐dijo Pedro‐. Pero no impondré mi criterio. Es tu decisión.


‐En ese caso, tendremos dos chicos —suspiró Paula.


—No quiero que te sientas obligada. Sé que nunca habías sido partidaria de la adopción y no quiero que lo decidas ahora, tan cansada...


‐Para ‐agarró su brazo y sacudió la cabeza ante una discusión tan estúpida‐. No hay ninguna diferencia entre ellos. Quizá Tomás sea nuestro hijo, pero es un extraño para nosotros. Y si quiere a Tulio, deberían quedarse juntos. Vendrán con nosotros como hermanos.


‐No tenemos que decidirlo ahora ‐comentó Pedro.


Pero lo hicieron porque ambos estaban convencidos de su postura.


Pedro deseaba que ella fuera feliz y Paula sentía su amor como una marea continua.


‐Esto lo cambiará todo ‐dijo y miró a los chicos, tan escuálidos.


‐Ya lo ha hecho ‐reconoció Pedro.


Sus ojos verdes se inundaron de lágrimas. Era cierto. La aparición de Tomás en sus vidas lo había transformado todo. 


Ya no se trataba de ellos dos. No se trataba sólo de romance, pasión.


Ahora era una cuestión de familia. Se trataba de estabilidad, coraje y esperanza. Y, sobre todo, consistía en mantener la fe ante el futuro.


Paula se arrodilló, las manos trémulas sobre los muslos, y estudió los rostros de los dos niños, las miradas solemnes. 


Sonrió a través de las lágrimas.


‐Hola, Tomás y Tulio. Me llamo Paula Chaves. Soy vuestra mamá.






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