viernes, 12 de mayo de 2017

PEQUEÑOS MILAGROS: CAPITULO 16




Andrea era maravillosa.


Eficiente, inteligente y muy mayor para Pedro, en caso de que a Paula le preocupara. Aquella mañana, Andrea miró a ambos y sonrió.


—Bien —le dijo a Pedro—. Por fin pareces una persona.
Necesitabas un descanso.


—Me estoy volviendo loco —dijo él, pero Andrea sonrió y se
volvió hacia Paula.


—¿Se porta bien?


—Más o menos. Siempre intenta robarme el teléfono.


—Es implacable. Deberías saberlo.


—Pero no es un juego.


—No. Y creo que él lo sabe. Si no, no estaría aquí contigo. Ahora, si me lo prestas un rato, hay varias cosas que tiene que solucionar. Después, te lo devolveré.


—Puedes pasar —le dijo él—. Para que veas qué estamos
haciendo.


—Estaremos bien aquí fuera —contestó Paula, y se sentó en su antiguo despacho con las niñas. Miró a su alrededor. Nada había cambiado, excepto ella. Y al parecer, había cambiado muchísimo, a juzgar por la expresión del hombre que asomó la cabeza por la puerta.


—Huy, lo siento. Estaba buscando a Andrea.


Ella sonrió.


—Hola, Samuel —le dijo.


—¿Paula?


—Sí, soy yo.


Samuel soltó una carcajada.


—Bueno… ¿Cómo estás? Pensé…


—He estado muy ocupada —dijo ella.


Él miró a las niñas y se rió.


—Ya lo veo. Asombroso. No tenía ni idea.


«Ni Pedro tampoco», pensó ella, pero no estaba dispuesta a hablar sobre su vida privada con uno de los empleados de Pedro. Ni aunque en su día hubiera sido un buen amigo de ella y uno de los hombres de confianza de Pedro.


—¿Cómo está Yashimoto?


—Impresionado. ¿Sabes que Pedro va a venderle la empresa otra vez?


—¿Ah, sí?


—Al parecer, sí. No podía creérmelo. Ha luchado tanto para
sacarla adelante y ahora va a dejarla sin más.
Aun así, está en mucho mejor estado, y Yashimoto hará un buen trabajo con los consejos de Pedro, así que está contento. Pero es a Pedro a quien no comprendo. Pensé que lo sabrías todo acerca de esto, puesto que estuviste tan implicada en montarlo todo.


Ella negó con la cabeza.


—Pedro y yo no hablamos de negocios.


—No. Es buena idea no llevarse trabajo a casa. No parece Pedropero los bebés cambian a las personas. ¿Sabes que nosotros hemos tenido un niño?


Paula sonrió.


—No, no lo sabía. Enhorabuena… Y asegúrate de que lo ves
todo lo necesario.


—Lo haré. Entretanto, será mejor que me una a la reunión.


—Creo que están en el despacho de Pedro.


—Adiós. Y ha sido un placer volver a verte.


Samuel cerró la puerta y la dejó allí, tratando de asimilar lo que él le había contado.


¿Cuándo había decidido Pedro venderle la empresa a Yashimoto?


¿El día anterior? ¿Ese mismo día? O mucho antes, y simplemente no se lo había contado porque ya no hablaban de trabajo.


No tenía ni idea, pero se había quedado de piedra.


¿Eso significaba que la iba a tomar en serio y que recortaría el tiempo de implicación laboral? ¿O era algo que ya estaba
proyectado? Ella necesitaba saberlo, porque la diferencia era
importante. No quería pensar que él estaba dispuesto a hacer grandes cambios cuando, en realidad, lo único que había hecho era seguir sus planes.


Lo descubriría más tarde. Entretanto, tenía cosas mejores de las que preocuparse, porque pronto volvería ver a su suegra y reconocía que se sentía inquieta.







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