miércoles, 24 de mayo de 2017
IRRESISTIBLE: CAPITULO 24
Pedro hizo un esfuerzo por abrir los ojos, pero sólo podía ver una neblina gris y luego, poco a poco, unas sombras a su alrededor.
Estaba mareado, pero enseguida se dio cuenta de que el zumbido que escuchaba era el de un monitor. Estaba en un hospital.
En ese momento recordó todo lo que había pasado: El disparo de Harding, el terrible dolor en la pierna… Cuando intentó moverse se dio cuenta de que había una melena oscura apoyada en la cama.
Paula.
Intentó pronunciar su nombre, pero de su boca no salió sonido alguno. Suspirando, volvió a apoyar la cabeza en la almohada, maravillándose de que estuviera allí.
Nunca en su vida se había sentido tan conectado con otro ser humano. La quería, y esa emoción era diferente a cualquier otra que hubiese experimentado antes. Diferente y real.
¿Por qué no podía verlo ella?
Claro que después de lo que había pasado, no podía negar que tenía razón: Su trabajo era arriesgado. Y sabiendo lo que le había ocurrido a su marido, podía entender que Paula no quisiera saber nada de él.
Haciendo un esfuerzo, movió una mano hasta que pudo tocar el sedoso pelo oscuro. Esa mañana le había dicho que nunca querría a nadie como había querido a su marido, pero no fue eso lo que lo hizo marcharse sin protestar.
Había sentido su desesperación, su pánico, y sabía que no podía presionarla. No era justo después de todo lo que había tenido que pasar.
Pero allí estaba, a su lado. Y podía imaginar lo difícil que había sido para ella ir al hospital.
—Paula… —consiguió decir.
Ella levantó la cabeza, con una mejilla roja por la presión de la sábana.
—Pedro.
En cuanto pronunció su nombre sus ojos se llenaron de lágrimas. Para Pedro, nunca había estado más preciosa. Su voz era suave, musical. La había oído mil veces en su cabeza, como si fuera su canción favorita, una de la que no se cansaba nunca.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Paula apretó su mano.
—Me ha traído Gabriel. Estás en el hospital de Edmonton. Te han disparado.
—¿Y Harding?
—Está en la comisaría de Mountain Haven. Gabriel ha estado aquí, pero se marchó hace unas horas. Volverá por la mañana.
—Siento mucho haberte dado un disgusto, pero me voy a poner bien. No tienes que quedarte.
—Intenta librarte de mí, y ya verás lo que pasa…
Paula sonrió al ver que se quedaba boquiabierto, y esa sonrisa le dio esperanzas.
—No pienso librarme de ti mientras tú quieras estar conmigo… El tiempo que desees.
—¿Qué tal te suena «para siempre»?
Tuvo que reírse al ver su expresión. Pero había tenido mucho tiempo para pensar, para llorar, para preocuparse, para hacerse preguntas… Y cada vez aparecía la misma respuesta: Estar con Pedro, aunque sólo fuese una hora, era mejor que no estar con él.
Él hizo entonces una mueca de dolor, y Paula se levantó asustada.
—Voy a llamar a la enfermera para decirle que estás despierto.
—No, espera… Si llamas a la enfermera volverán a dormirme, y quiero verte.
Paula apretó los labios, emocionada. Quería besarlo, pero no sabía si debía hacerlo.
—Deja que te traiga un poco de agua, al menos. Necesitas líquidos, me lo ha dicho el médico.
—Muy bien. Pero vuelve pronto.
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