martes, 2 de mayo de 2017

CENICIENTA: CAPITULO 16




Consiguieron llegar hasta el día siguiente, Paula sin intentar escaparse de nuevo Pedro sin pasar toda la noche despierto preguntándose si todavía estaría allí.


Había pensado programar la alarma de robo para que saltara si ella abría la puerta de la calle, pero lo pensó mejor. Tenía que confiar en ella y no quería que se sintiera atrapada.


Paula había dicho que se quedaría. Así que le dio el beneficio de la duda y, por la mañana, ella todavía estaba allí.


Cuando Pedro se levantó de la cama, la vio al final del jardín, vestida con el albornoz y mirando el mar. De pronto, sintió una presión en el pecho que no quiso pararse a analizar.


Apretó el botón para oscurecer las ventanas, algo que no solía hacer, y después de ducharse y de vestirse, bajó para poner la tetera al fuego. Ella seguía en el jardín, mirando hacia el sol. Pedro abrió la puerta y salió a la terraza. Ella se volvió y sonrió.


—Buenos días —dijo él, y ella regresó descalza hacia la casa.


—Buenos días. Estaba empapándome de brisa marina.


—Entonces, tendrás que estar mucho rato —dijo él, con una sonrisa.


—Lo haré. Merece la pena. Este sitio es precioso.


—¿Has dormido bien?


Ella asintió.


—Estaba cansada.


—Ayer fue un día duro.


—Sí —dijo ella, con cierta expresión de tristeza en la mirada—. ¿El jardín está todo vallado? —preguntó después de una pausa.


—Totalmente.


—¿Pebbles podrá escaparse si la dejo salir de casa?


—Sólo si la verja estuviera abierta, y normalmente no lo está. Y si la dejas en el jardín de atrás, no podrá llegar hasta el de delante. Imagino que no puede escalar. Hay un muro con una puerta en el garaje, y otro muro al otro lado, así que no podrá llegar a la playa a menos que la verja esté abierta.


—¿Y podría salir por la puerta del salón y pasear por el jardín?


—Podría.


Paula sonrió.


—Le encantaría. Solía tumbarse en el tejado durante horas, tomando el sol y observando a los pájaros. Es probable que ya no pueda cazar, pero le encanta verlos.


—Seguro. Déjala salir sin problema. Le sentará bien estirar las piernas.


Ella sonrió y se alejó dejando las huellas mojadas sobre la pizarra. Él oyó que abría la puerta y esperó a que saliera de nuevo con la gata.


—¿Té o café? —preguntó él.


—Un té sería estupendo pero, ¿no se supone que tengo que prepararlo yo?


—Sólo si vas a aceptar el trabajo.


Se hizo una pausa, y al final ella sonrió y dijo:
—Yo prepararé el té.


Pedro suspiró aliviado y sonrió.


—Tú vigila a la gata. No estoy seguro de que preparar el té de la mañana sea parte de tu contrato de trabajo —dijo Pedro, y entró en la casa tratando de no pensar por qué, de pronto, se sentía tan contento




No hay comentarios.:

Publicar un comentario