martes, 18 de abril de 2017

MI MAYOR REGALO: CAPITULO 28




Al regresar a la UCI Pedro encontró a Paula aún dormida. 


Preguntó a las enfermeras por qué no se había despertado, y ellas le explicaron que Paula estaba en coma.


Permaneció en el hospital durante todo el día y toda la noche.


Aguardando. Rezando. Esperando contra toda esperanza que Paula despertara. Subió varias veces a ver su hijo. El niño era todo un luchador, le dijeron. Saldría adelante.


La gente entraba y salía. Todos estaban preocupados. Pedro habló con los médicos varias veces. Y siempre le decían lo mismo. Que ya se había hecho lo posible por el niño, y por Paula.


Benjamin le llevó una muda de ropa el segundo día. Tenía el rostro cubierto de barba y el cuerpo dolorido de dormir en el sofá de la sala de espera.


Setenta y dos horas después de que hubieran ingresado a Paula en la UCI, la enfermera salió a la sala y despertó a Pedro.


— ¿Sheriff Alfonso?


El abrió los ojos y la miró.


— ¿Qué sucede? ¿Algo va mal?


—No, nada va mal —le aseguró la enfermera—. El doctor Hall está con la señora Chaves. Ha vuelto en sí.


Pedro corrió hacia la UCI.


—Aquí lo tienes —dijo el doctor Hall a Paula, y luego se giró hacia Pedro—. Ha preguntado por ti.


Pedro se acercó a ella, sintiendo una felicidad tan grande que temió que el pecho le estallara. Paula alzó la mano. El la tomó, la besó y la sostuvo con ternura.


— ¿Nuestro hijo? —preguntó ella.


—Está arriba, en la incubadora. Es pequeño. Pesa apenas un kilo y medio. Pero está formado del todo. Creen que podrá respirar por sí solo dentro de un día o dos. Tiene diez dedos en las manos y diez en los pies. Con uñitas y todo. Y una buena mata de pelo negro en la cabeza.


—Quiero verlo —pidió Paula.


—Aún no estás preparada para levantarte, y mucho menos para subir a la planta de arriba —dijo el doctor Hall—. Tendrás que dejar que Pedro te siga informando durante unos días.


— ¿Pero me encuentro bien, verdad? Quiero ver a mi hijito —los ojos de Paula se llenaron de lágrimas.


Pedro se acercó su mano a los labios y le besó los nudillos una y otra vez.


—En cuanto puedas levantarte, te llevaré a verlo. Te lo prometo.


—Lo mejor que puedes hacer por vuestro hijo, Paula, es recuperarte del todo —dijo el doctor Hall—. Pedro puede quedarse contigo todo el tiempo que quieras. Y te trasladaremos a una habitación individual por la mañana.


Pedro acercó una silla y se sentó junto a la cama. Paula volvió la cabeza para mirarlo.


—Tienes un aspecto horrible —dijo—. ¿Cuánto hace que no duermes?


—He echado algún que otro sueñecito en estos tres días.


— ¿Llevas aquí tres días?


—Tres y medio.


—Oh, Pedro, debiste ir a casa a dormir un poco —Paula le pasó los dedos por la barba de varios días—. Y debiste afeitarte.


— ¿Qué pasa con mi barba? .No te gusta?


— ¿Por qué no has ido a casa?


— ¿Córno puedes preguntarme eso? —Pedro se inclinó para besarla—. No podía dejaros solos a ti y a mi hijo. De haber estado yo inconsciente, ¿me habrías dejado?


—No, pero yo te...


—Y yo te quiero a ti, Paula —le enmarcó el rostro tiernamente con las manos—. Te amo.


— ¿Me amas?


—Sí. Y quiero que te cases conmigo. ¿Sabes lo que estaba haciendo cuando recibí la noticia del accidente?


—No. ¿Qué estabas haciendo?


—Me disponía a reservar mesa para cenar en un restaurante, a comprarte flores y un anillo de compromiso.


—Oh, Pedro, pensé que... Cuando hablaste del deber y la
responsabilidad.., bueno, no dijiste que me amabas.


—Sí, soy un idiota. No soy tan buen hombre como Leonel, cariño. El era amable, atento, y...


Paula le cubrió los labios con los dedos.


—Chist. Quería a Leonel. Sé lo maravilloso que era. Y creo que deberíamos ponerle su nombre a nuestro hijo. Pero tú eres el hombre al que he amado desde que era una adolescente. El hombre al que siempre he querido.


—Creo que es una buena idea ponerle al niño el nombre de Leonel. A él le hubiera gustado, ¿verdad?


—Y hubiera entendido nuestro amor —dijo Paula—. Hubiera querido que estemos juntos. Tú, yo y el pequeño Leonel Chaves Alfonso.


—Saldrá adelante —dijo Pedro—. No vamos a perder a nuestro hijo.



****


Al día siguiente, Paula fue trasladada a una habitación individual, y dos días más tarde Pedro la llevó en una silla de ruedas a la unidad de incubadoras para que viera a su hijo por primera vez.


Un gozo indescriptible inundó a Paula. Miró a su hijo, al hijo de Pedroy el corazón se le llenó de gratitud.


—Hola, Leonel, soy tu madre. Tú y yo tenemos que ponernos mutuamente al día en muchas cosas.


Permanecieron junto a su hijo durante una hora, hasta que Paula empezó a sentirse cansada.


—Te quiero, cariño —le dijo al pequeño—. Mamá está aquí, junto a ti. Para siempre.


—Te quiero, hijo —dijo Pedro—. Y yo también voy a estar a tu lado. Iremos a cazar y a pescar, y jugaremos juntos al béisbol. Y me ayudarás a cuidar de tu madre y a hacerla feliz —se inclinó y besó a Paula.


Cuando regresaron a la habitación, la encontraron llena de amigos parientes, que les expresaron su alegría y les transmitieron su cariño.


—Tengo algo que anunciaros —dijo Paula mientras Pedro le tomaba la mano—. Pedro y vamos a casarnos en cuanto el pequeño Leonel pueda abandonar el hospital —tras la explosión de felicitaciones y buenos deseos, Paula se aclaró la garganta, y todos volvieron a guardar silencio—. Creo que es hora de que todos lo sepáis. La familia de Pedro ya lo sabe, pero... bueno, quiero que todos nuestros amigos conozcan la verdad —respiró hondo—. Leonel era estéril, pero deseaba darme un hijo. Así que pidió a su mejor amigo que donara su esperma. Pedro es el padre biológico de mi hijo.


Pedro sabía cuánto coraje había necesitado para hacer frente a sus amigos y comunicarles la verdad. No creyó que pudiera amarla más de lo que la amó en ese momento. 


Sabía que probablemente no se merecía a Paula, pero eso no iba a impedir que se casara con ella y pasara el resto de su vida intentando ser digno de su amor.






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