sábado, 18 de marzo de 2017

PROBLEMAS: CAPITULO 6





A solas en su apartamento de Jackson, cómodamente sentado en el sillón azul, Pedro sostenía en una mano un vaso de whisky y en la otra un puro. Hacía una hora que había dejado a Donna en casa después de haber hecho el tonto insinuándose a ella como un adolescente. Con amabilidad, pero también con firmeza, Donna le había
dicho que no iban a acostarse. Suponía que debía estarle agradecido por tener más sentido común al respecto que ella, pero le costaba mucho, sobre todo teniendo en cuenta su grado de excitación. Hacía bastante tiempo que no estaba con una mujer.


En el pasado, sus relaciones eventuales con algunas mujeres le habían proporcionado sexo seguro y sin complicaciones. Pero con Donna era distinto. Ella le había dicho con toda claridad que no estaba dispuesta a hacer de suplente de ninguna otra mujer.


Cuando Pedro le dijo que no había otra mujer, Donna se rió en su cara.


Donna era una mujer muy lista. Demasiado lista. Había deducido de inmediato que su interés por Paula Chaves no era sólo el de una especie de hermano mayor protector. Por supuesto, el había negado que desear a Paula y saber que no podía tenerla le mantuviera en un estado de frustración sexual casi todo el tiempo.


Durante los pasados diez años había sido capaz de mantener su deseo por Paula bajo control, primero diciéndose que sólo era una niña y luego asegurándose
de tener siempre a mano una compañera de cama. Pero las cosas habían cambiado en los últimos años.


Paula ya no era una niña, y, por decisión propia, sus compañeras de cama se habían vuelto más y más escasas.


El problema era que deseaba a Paula pero no podía permitirse amarla. Aunque sería una buena esposa para cualquier hombre, Pedro no veía Paula como primera
dama del estado. No era la clase de mujer adecuada para un político. No. Paula Chaves podía ser la mujer más bonita, dulce y deseable que había conocido, pero no encajaba con la clase de vida que había elegido para sí mismo.


Y él era tan poco adecuado para la clase de vida de Paula como ella para la de él. Nunca podría ser la clase de hombre que Paula necesitaba. Estaba demasiado hecho a sus costumbres, demasiado sumergido en sus tradiciones familiares como para liberarse de ellas. Él no era el rebelde que su hermano siempre había sido. No, Pedro Mariano Alfonso jugaba el juego siguiendo las normas del mundo. Era experto en el combate no emocional. Sabía lo que hacía falta para ganar y estaba dispuesto a pagar el precio. Por eso nunca perdía.


Controlada por sus emociones, Paula Chaves vivía según los deseos de su corazón, luchando siempre por los desvalidos, tratando de arreglar todos los desperfectos de la vida. Entraba de lleno en las situaciones sin considerar nunca los resultados.


Si Paula no se hubiera creído enamorada de él una vez, probablemente ya se la habría llevado a la cama. Pero no podía correr el riesgo de romperle el corazón si se enamoraba verdaderamente de él. Paula merecía algo mejor que una breve aventura.


Pedro dio un sorbo a su whisky, saboreándolo. Imágenes de Paula llenaban su mente. Sus ojos color chocolate, llenos de anhelo cuando lo miraba, sus suaves labios rosas, húmedos y tentadores...


¡Maldición! Tenía que dejar de pensar en ella. Debía haber alguna forma de sacársela de la cabeza. Si al menos Donna... pero no, eso no funcionaría. Y tampoco sería justo para Donna ni para sí mismo.


De todas las mujeres del mundo, ¿por qué tenía que ser Paula la que despertara en él aquellos sentimientos? 


Lograba enfadarle, lograba hacerle reír... y le excitaba terriblemente. La deseaba cada vez que la veía. Cada vez que la tocaba sentía un poderoso impulso de llevársela a la cama. Paula hacía que surgiera en él un intenso instinto de posesión y protección. Y, para empeorar las cosas, Pedro sabía que ella le deseaba tanto como él.


Pero serían un desastre como pareja. Pedro Alfonso y Paula Chaves no estaban hechos el uno para el otro.







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