martes, 21 de febrero de 2017
APUESTA: CAPITULO 5
Finales de verano, quince años atrás
—Los amigos no se besan —dijo Paula, como si fuera una experta a sus recién cumplidos quince años.
—¿Ah, no? ¿Y los besos de despedida?, ¿o cuando se desean un feliz cumpleaños? —inquirió Pedro divertido.
Paula, sentada en el amplio sillón cual sirenita de Copenhague, se quedó pensativa. Era la última noche de sus vacaciones y, como cada año, ella y sus padres habían ido a pasarlas en la casita que tenían sus amigos los Alfonso junto al lago. Aquella tarde habían hecho una barbacoa para despedir el verano, y después, mientras los adultos tomaban una copa de vino en el porche y charlaban, los dos adolescentes habían entrado a la casa y se habían puesto a ver una película en la televisión, Cuando Harry encontró a Sally, y aquello había sido lo que había dado pie al debate.
—Eso es distinto, idiota, eso son besos «amistosos».
—¿De veras? ¿Y cuál es la diferencia? —la provocó Pedro.
Paula rehuyó su mirada, volviendo la cabeza hacia la pantalla. Unos minutos antes su amigo la había pillado sonrojándose durante la escena de la cafetería en la que Meg Ryan demostraba su talento para fingir un orgasmo.
Pedro estuvo a punto de desternillarse, pero se tragó sus risas. Después de todo, el haber intercambiado unos cuantos besos y caricias con alguna que otra chica en la oscuridad del cine o en el asiento trasero del coche de un amigo un sábado por la noche no lo hacía más experto que Paula en ese terreno.
—Pues… ya sabes… es distinto —contestó ella al fin, sonrojándose de nuevo.
—Ya sé que es distinto —le dijo Pedro, picándola de nuevo—. Pero, ¿sabes en qué se diferencian?
Paula frunció el entrecejo, deseando no haber empezado aquella conversación.
—Pues claro que lo sé —le respondió balbuceante.
—¿Y? —insistió Pedro con una sonrisa maliciosa.
—¡Oh, está bien! —masculló Paula frustrada, girándose hacia él y lanzando los brazos al aire—. Si lo que pretendes es arruinar nuestro último día de vacaciones. por mí de acuerdo. No tengo ni idea de en qué se diferencian, y tú lo sabes. Nunca me ha besado un chico, no de esa manera. ¿Satisfecho?
Pedro se sintió mal por haberla obligado a admitirlo.
—Perdóname, Pau, no quería molestarte —le dijo poniéndole la mano en el hombro.
—Da igual —farfulló ella, frunciendo los labios y recostándose en el asiento—. De todos modos no creo que llegue a saber nunca cuál es la diferencia, porque los chicos no besan a las chicas pecosas como yo, sino a las chicas bonitas.
Pedro esbozó una media sonrisa.
—Chaves, voy a hacer un trato contigo —le dijo.
—¿Qué clase de trato? —inquirió la chiquilla, enarcando una ceja desconfiada.
—Si para cuando cumplas los dieciocho no te ha besado nadie —le susurró inclinándose hacia ella—, lo haré yo.
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