viernes, 24 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 14




Diez años atrás


A Paula le partía el corazón verlo así. Sentía el pecho tirante, y un nudo tan grande en la garganta que casi no podía hablar.


—Lo siento tanto… —balbució con la voz entrecortada por la emoción.


Pedro estaba inmóvil como una estatua, los ojos enrojecidos fijos en la lluvia deslizándose en regueros por el cristal de la ventana.


Paula extendió una mano temblorosa y lo tocó en el brazo, apretándoselo ligeramente, pero no obtuvo ninguna reacción.


—Alfonso… —musitó. Muy despacio, Pedro se volvió hacia ella.


—Vete, Paula… Márchate… No puedo soportar verte sufrir a ti también por mi dolor.


Un sollozo escapó de la garganta de su amiga cuando lo abrazó con fuerza.


—No pienso dejarte.


—Chaves… márchate.


Paula lo sintió temblar por las emociones que lo sacudían por dentro, y apoyó la mejilla contra su pecho.


—No, no me iré. Me necesitas a tu lado —le dijo. 


Pedro la abrazó también, y cerró los ojos.


—¿No ves que si dejo que te quedes, tal vez no sea nunca capaz de dejarte ir? Eres todo lo que me queda, Pau.


Las lágrimas que había tratado de contener por el bien de él rodaban ya por sus mejillas.


—Para eso es para lo que están los amigos, para los buenos tiempos y para los malos —le dijo sonriendo con tristeza—. Nunca te dejaré.


Pedro se derrumbó, abrazándose a ella y llorando sin consuelo.


—Quiero que vuelvan, Paula… quiero que vuelvan mis padres… No pude decirles todo lo que quería decirles…


—Ellos lo sabían, Pedro —murmuró ella acariciándole el cabello—, sabían cuánto los querías.





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