domingo, 15 de enero de 2017

PELIGRO: EPILOGO





Pedro recorrió el pasillo del hospital en dirección a la sala de espera.


Sus padres y sus hermanos con sus esposas lo miraron impacientes.


—¿Y? —preguntó Facundo—. ¿Ha nacido ya?


—Sí.


—No nos tengas más tiempo en suspenso. ¿Están bien?


Él asintió.


—Hemos tenido una niña, Ana Emilia Alfonso —respondió—. Las dos están bien y ahora descansan.


—Es normal —dijo Alma—. Ha estado de parto más de doce horas. Son casi las dos de la madrugada —añadió mirando el reloj.


Gladys se acercó a él y lo abrazó.


—¿Por qué no nos vamos todos al rancho a dormir? —preguntó Javier—. Volveremos por la mañana.


—Estoy de acuerdo —dijo Julian, rodeando con su brazo a Linda—. No sé lo que tu niñera estará pensando de nosotros. Se ha quedado a cargo de todos los pequeños.


—No te preocupes. Los tenía comiendo de su mano cuando nos fuimos esta tarde.


Una vez se fueron, Pedro volvió a la habitación donde Paula lo esperaba. Estaba tumbada con los ojos cerrados y seguía pálida. El doctor le había asegurado que tan sólo estaba cansada y que a la mañana siguiente estaría bien.


Tomó su mano y se la llevó a los labios. Ella abrió los ojos lentamente y sonrió.


—Dos Alfonso en mi vida. Espero sobrevivir —dijó ella con una sonrisa somnolienta.


El se inclinó y la besó.


—Bueno, pues este Alfonso se va a casa a dormir. Volveré más tarde. Trata de descansar.


Ella asintió, cerró los ojos y suspiró contenta. Pedro todavía no podía creer la suerte que había tenido al conocer a aquella mujer. Algunas cosas estaban destinadas a ocurrir, pensó.



Fin.





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