viernes, 13 de enero de 2017

PELIGRO: CAPITULO 25




-Ya era hora de que vinieras. Estaba a punto de organizar una patrulla de búsqueda para salir a buscarte.


Paula y Pedro acababan de salir del coche cuando oyeron aquella voz masculina. Ella se giró y vio a un hombre fuerte, de anchos hombros y largas piernas, acercándose a ellos desde el patio.


—¿Estás bien? —preguntó el hombre a Pedro al llegar junto a él.


Pedro asintió.


—Sólo algo cansado.


Paula rodeó el coche hasta donde estaban los dos hombres.


—No me ha dejado conducir y necesita reposo —dijo ella y extendiendo la mano, añadió—: Hola, soy Paula Chaves y apuesto a que tú eres Facundo.


Facundo se quedó sorprendido y ella se preguntó por qué.


—Encantado de conocerte. Parece que Pedro se
olvidó de comentar un par de cosas cuando habló con Julio.


—¡Oh! Pensé que sabíais que venía con él —contestó sintiéndose incómoda.


—Sí, Julio me comentó eso. Sólo que se le olvidó decirme que eras tan atractiva —dijo y girándose hacia Pedro, añadió—: Me ocuparé de vuestro equipaje. Entrad en casa.


Pedro se dirigió lentamente hacia la entrada. Una vez llegaron, Paula vio el interior de la casa a través de un gran ventanal que había junto a la puerta. Facundo llegó a la vez que ellos a la puerta y dejó el equipaje en el suelo.


—Pasad —dijo abriendo la puerta.


Paula entró primero y miró a su alrededor. Estaba dentro de una amplia cocina, con una mesa y sillas en un extremo y los más modernos electrodomésticos que pudieran necesitar.


—¿Queréis tomar algo? —preguntó Facundo mirando con preocupación a su hermano.


—Tiene que tomar sus medicinas. Es demasiado cabezota para hacerlo sin amenazas.


—Retira ese comentario —dijo Pedro con seriedad.


—¿Dónde están?


—En mi neceser, dentro de mi bolsa —contestó Pedro.


Facundo encontró el envase y se lo dio a Pedro. Después, fue por un vaso de agua y sin mediar palabra, Pedro se tomó la pastilla.


—Me pondré bien —dijo y mirando a Facundo, preguntó—. ¿Dónde están Alma y los niños?


—Alma se ha llevado a Helena y a Jose a casa de papá y mamá para que pasen allí la noche. Pensamos que necesitarías algo de tranquilidad.


Paula observó a los hermanos intercambiar una mirada.


—Me sorprende que papá y mamá estén en el rancho y no de viaje —dijo Pedro después de unos segundos.


—Desde que son abuelos, viajan menos —dijo Facundo sonriendo.


—Estoy deseando conocer a mi nuevo sobrino.


—Crece muy deprisa. Hace apenas un año, estaba andando a gatas. Ahora, tenemos que estar siempre pendientes de él porque no para quieto —dijo Facundo y girándose hacia Paula, añadió—: Lo siento, no os he ofrecido nada de beber.


Ella sonrió.


—Lo cierto es que estaba a punto de pedirte que me enseñaras mi habitación. Quisiera refrescarme y sé que vosotros dos tenéis mucho de qué hablar.


Facundo asintió.


—Claro —dijo tomando el equipaje—. Te enseñaré tu habitación.


Paula lo siguió escaleras arriba hasta un pasillo. Facundo se detuvo y abrió una de las puertas.


—Espero que te guste la habitación.


Paula no podía dejar de mirarla. Aquella habitación era tan grande como su apartamento.


—Es preciosa —dijo por fin.


—Bueno, tómate tu tiempo. Cenaremos en una hora más o menos. Descansa un rato si quieres.


—Gracias.


Cuando Pedro le había hablado de su casa, se había imaginado una vieja granja en mitad de la nada. En absoluto se había imaginado una casa del tamaño de un hotel.


Sintió un escalofrío. Su vida se estaba volviendo más extraña por momentos. Se había casado con un hombre que parecía tener recursos para todo. Aquel sitio era enorme.


Abrió la maleta y sacó uno de sus vestidos. Se preguntó si Pedro le diría a Facundo que se habían casado. No habían vuelto a mencionar el tema, lo que era un alivio. No quería decir nada más que pudiera herir a Pedro porque, aunque no lo admitiera, era evidente que le había dolido que rechazara su proposición al principio.


Él era una extraña mezcla de dureza y ternura, de mal humor y simpatía y nunca estaba segura de cómo iba a reaccionar a sus comentarios.


Lo cierto era que ya estaban casados y no había nada más que discutir. Esperaba que Pedro no comentara nada de la boda.



****



—¿Qué quieres decir con que te has casado? —dijo Facundo modulando el tono de voz.


Pedro miró a su hermano mayor, deseando haber mantenido la boca cerrada.


—¿Podemos hablar de esto en otra habitación en la que pueda estar más cómodo?


—No cambies de tema —dijo Facundo poniéndose de pie y dirigiéndose al vestíbulo.


Pedro también se levantó y sintió que las medicinas habían empezado a hacer su efecto. Se sentía algo mareado, pero por la sensación de alivio merecía la pena. Se sentó en uno de los sofás y suspiró.


—Lo que acabo de decirte. Paula y yo nos casamos esta mañana en Dallas, motivo por el cual hemos llegado más tarde de lo que pensaba. Pensé que no os importaría la hora a la que llegáramos, por eso no te llamé.


Facundo ignoró la explicación y volvió al asunto que le había llamado la atención.


—¿Te has casado con ella cuando sólo hace una semana que la conoces?


—Facundo, no todo el mundo conoce a la mujer con la que se casa desde que era una niña, como te pasó a ti con Alma.


—Nunca he dicho eso. Pero es muy raro en ti asumir un compromiso tan serio como el matrimonio de una manera tan impulsiva, al igual que esconderte en los bosques del norte sin decirle a nadie que estabas herido. Así que... ¿qué es lo que te pasa?


Pedro se acomodó en el sofá y apoyó la cabeza en los brazos.


—Me gusta estar en casa. Me da sensación de tranquilidad y calma.


—Está bien, tu punto de vista está claro —dijo Facundo y se quedó en silencio unos instantes—. He puesto a Paula en una de las habitaciones de invitados. Deberías habérmelo dicho antes para ponerla en tu habitación.


—Has hecho bien. De todas formas, no creo que durmiera con ella.


Facundo miró a Pedro durante unos segundos, antes de agitar las manos en el aire.


—Me niego a hacer más preguntas sobre tu vida amorosa. Y ahora, cuéntame qué te pasó —dijo señalando la pierna de su hermano.






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