jueves, 12 de enero de 2017

PELIGRO: CAPITULO 21





Pedro la miró atónito y a punto estuvo de pasarse la salida a la autopista. ¿Qué había querido decir?


—Lo siento, pero no te he entendido.


—Claro que sí. Llevamos varios días compartiendo alojamiento y siempre hemos estado solos, bien en la cabaña, en el coche o en la habitación de un hotel. Ambos somos adultos y estamos deseando hacer el amor.


—No hacía falta que mencionaras ese asunto.


—Tenemos que asumirlo.


—Buena idea. Sigamos adelante y hagamos el amor, así saldremos de esto.


—No creo que ésa sea la solución, Pedro.


—Si vamos a someter el asunto a votación, ya sabes cuál será mi voto —dijo mientras divisaba el hotel y ponía el intermitente—. Espero que todavía tengan disponible esa habitación.


—Estoy deseando salir del coche.


La habitación seguía disponible, pero el único problema, del que Pedro ni siquiera había reparado en preguntar, era que sólo tenía una cama. Tomó la habitación y confió en poder convencerla de que no lo sabía, especialmente después de las cosas que había dicho durante el camino. Una vez el botones recogió el equipaje del coche, Pedro se metió en el asiento del acompañante.


—Hay otra entrada más cerca de nuestra habitación, al otro lado del edificio.


Cuando aparcaron y llegaron a la puerta del hotel, él introdujo la llave magnética en la cerradura para abrir la puerta del edificio.


—Paula —dijo él mientras esperaban el ascensor.


—Dime —respondió ella, mirando ausente cómo las luces de las plantas se iban iluminando mientras el ascensor descendía.


—Hay una cosa que no he mencionado —dijo.


El ascensor se detuvo. Esperó a que estuvieran dentro y apretó el botón de su planta.


—Sólo quiero decirte que no había planeado esto.


Ella apoyó la cabeza contra la pared y cerró los ojos.


—Déjame adivinarlo. Hay restricciones de agua. No se permiten los baños después de cierta hora.


—No.


—Bien, porque pretendo sumergirme en un baño caliente durante al menos una hora.


—La habitación sólo tiene una cama.


—Estás bromeando.


—No, es cierto. Es de tamaño grande y por lo general es la que piden las parejas.


—No somos pareja.


—¿Sabes? Creo que tienes razón


—Esto no es divertido.


—No me estoy riendo. No sería la primera vez que dormimos juntos, Paula, primero en una litera y luego en una cama. Así que no creo que en esta cama nos rocemos.


Las puertas del ascensor se abrieron y salieron. Le dolía la pierna. Lo último en lo que estaba interesado esa noche era en acercarse a ella.


«¿A quién pretendes engañar? No estás muerto y ése sería el único motivo por el que no estarías interesado y lo sabes».


El se apoyó con fuerza en el bastón mientras caminaban por el pasillo. Llegaron a la habitación asignada y él abrió la puerta. Paula pasó primero y echó un vistazo.


—Es una habitación muy bonita —dijo echando un vistazo al cuarto de baño.


—Tiene que serlo, teniendo en cuenta los precios.


Ella se giró y lo miró.


—¿Cómo no habré caído antes? —dijo tomando el bolso de donde lo había dejado—. Ahora mismo te extenderé un cheque por los gastos que hemos tenido durante el viaje, aunque tendrás que guardarlo hasta que dejen de intentar buscarme.


—No seas ridícula —dijo él—. Era sólo un comentario. Me hubiera gastado lo mismo de vuelta a casa.


—Oh.


Ella se dio media vuelta y él sacudió la cabeza.


—Me daré una ducha y así podrás después darte un largo baño. Créeme, estaré dormido para cuando te metas en la cama.


—De acuerdo.


Él se acercó a ella y le colocó un mechón de pelo tras la oreja.


—Todo saldrá bien, ya lo verás.


Sabía que estaba muy cerca de ella y que tenía que apartarse. Sin embargo, rozó sus labios con los de ella en una suave caricia.


—No puedo evitar querer hacer el amor contigo, Paula, pero puedo controlarme. Estás segura conmigo, te lo prometo.


Cuando él se apartó, advirtió que se le escapaba una lágrima.


—Sólo estoy cansada. Enseguida estaré bien.


Pedro se dio una ducha rápida y regresó a la habitación. Ella apagó todas las luces, excepto la que estaba junto a la cama.


Tan pronto como él salió del baño, se levantó de la silla en la que estaba sentada y se metió en el cuarto de baño, cerrando la puerta suavemente.


Él esperó hasta oír el sonido del agua en la bañera, antes de sentarse en la cama, al otro lado de la luz encendida. Se dio un masaje en el muslo en un intento por relajar sus músculos. Al rato, se metió en la cama y al poco, se quedó dormido.



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