martes, 10 de enero de 2017
PELIGRO: CAPITULO 15
Unas horas más tarde, estaban en un concesionario de coches. Paula se sentía como en un sueño, nada de aquello le parecía real. Vio cómo Pedro explicaba al encargado la clase de coche que quería. Una vez que el encargado supo que Pedro estaba dispuesto a pagar en metálico, las cosas fueron rápido.
Pedro se decidió por un coche deportivo y en menos de una hora, salían del concesionario en dirección a la cabaña.
—Compras un coche como yo compro unos zapatos —dijo ella rompiendo el silencio que se había creado entre ellos.
—Crees que puedes conducir sin quedarte atascada en la nieve? —dijo él distraídamente.
—Probablemente no —contestó ella mirándolo por el rabillo del ojo.
—Es lo que me temía —dijo él sacando el teléfono móvil de un bolsillo y marcando un número—. Hola, Kevin. Sé que te estoy avisando con muy poco tiempo, pero necesito despejar el camino de entrada a mi casa cuanto antes. Te pagaré el doble si vienes ahora —se hizo una pausa—. Me parece bien. Estoy regresando de la ciudad, seguramente llegues tú antes.
Cuando llegaron al camino de entrada de la cabaña, Paula vio a un joven sentado en un tractor que tenía una pala quitanieves insertada en la parte frontal. El camino de entrada estaba prácticamente despejado.
Pedro bajó la ventanilla mientras Kevin se bajaba del tractor y se acercaba hasta donde se habían detenido.
—Un coche muy bonito.
—Gracias.
—¿Hace mucho que lo tienes?
—No demasiado —dijo mientras sacaba la cartera del bolsillo—. Gracias, Kevin: De veras te agradezco mucho tu ayuda.
—Lo que necesites —dijo el muchacho antes de regresar al tractor.
Esperaron hasta que Kevin saliera a la carretera de regreso a casa, para entrar en el camino de acceso a la cabaña.
Paula detuvo el coche frente al porche.
—No tardaré mucho en recoger mis cosas, ¿y tú? —preguntó ella.
Pedro abrió la puerta y salió.
—Tampoco. Tendremos que vaciar la despensa y llevarnos las cosas con nosotros.
—Me puedo ocupar de eso. También puedes decirme qué necesitas llevarte.
En aquel momento, Pedro estaba abriendo la puerta.
—No tienes por qué mimarme, Paula. Estoy acostumbrado a cuidarme yo solo.
Ella lo siguió al interior y cerró la puerta.
—Creí que querías que saliéramos de aquí esta noche. Sólo quería acelerar las cosas.
—Lo siento. Guardo la mayoría de mis cosas en mi armario, así que tengo poco que hacer. Estaré más tranquilo cuando salgamos de aquí.
Paula miró alrededor de la cabaña con cierta tristeza.
—Me sorprende lo bien que lo he pasado aquí.
Pedro se acercó al armario y dobló algunas de sus cosas.
Paula lo miró, preguntándose qué estaría pensando.
—Quizá se deba a la compañía que has tenido —contestó él y sonrió.
Se sentía más segura sabiendo que Pedro estaría con ella.
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