viernes, 27 de mayo de 2016

DURO DE AMAR: CAPITULO 22




Pedro cambió a una película bajo la estratagema de nosotros acurrucándonos en el sofá, pero la forma en que presionó firmemente su cuerpo contra mi espalda, acariciaba y mordisqueaba mi cuello me distraía bastante. Podía sentir su latido contra mi cuerpo, y me relajaba con la comodidad que me proporcionaba, incluso aunque no durara para siempre.


—¿Dónde vives, Pau? —preguntó suavemente.


—¿Eh?


Hizo girar un mechón de mi cabello con su dedo.


—En la ciudad —bostecé—. ¿Por qué?


—No me gusta que tengas que manejar a casa en la noche —Su preocupación gentil flotó en el aire que nos rodeaba, sintiéndome fuera de lugar, pero dulce—. Pero si te quedas aquí… Lily podría preguntar todo tipos de preguntas que no estoy listo para contestar.


Lo que quería decir, es que él no estaba preparado para dónde esta relación se dirigía. ¿Estábamos aún en el territorio de relación?


Dios, realmente necesito tener el control.


—Está bien, Pedro. Vivo en un edificio seguro. Tengo un estacionamiento subterráneo y un portero —No mencioné el centro de fitness, spa y conserje las veinticuatro horas, sabiendo que eso era parte de mi vida que Pedro no estaba
acostumbrado.


Él no insistió más, pero me di cuenta que mi respuesta no le satisfacción.


Cubrió su pesado brazo alrededor de mi cintura y tiró de mí con más fuerza.


—¿Cómo es posible que sigas siendo virgen, pastelito? Eres demasiado sexy para tu bien.



No consideré solo su pregunta, también consideré mi respuesta. No era algo que había planeado.


—Fui a una escuela privada para niñas, y las pocas citas que tuve eran chaperones a mis bailes, organizados por mis padres. Pasamos la navidad en Aspen, veranos en la casa del lago, y creo que realmente no era el momento.


Me moví, acurrucándome más cerca de su cuerpo caliente.


—Decidí quedarme cerca de la universidad en vez de marcharme y encontrar mi propio camino como me prometí que lo haría. Y supongo que seguí viviendo en el molde que mis padres crearon. Estúpido, ¿eh?


—No, en absoluto, nena. Eso no es lo que quise decir —Me dio un abrazo, sosteniéndome cerca—. Sé que no soy el tipo con que usualmente sales, pero quizás… sólo por ahora…


—Shh. Vamos paso a paso, Pedro —Entrelacé mis dedos con los suyos y los llevé a mis labios para darle un beso en la parte posterior de su mano. Se rió en mi oreja, enviando un susurro cálido a mi cuello.


—Puedo pensar en algo que me gustaría que besaras mejor que mi mano —Su voz era baja y áspera.


Detrás de mí sentí la creciente erección en sus jeans y contuve irregularmente mi aliento. Me di vuelta en el estrecho sofá, así estaba frente a él.


Sus ojos eran oscuros e intensos y llenos de deseo. Sin palabras, cada uno empezó a desabrochar los pantalones del otro mientras nuestras lenguas chocaban en un beso frenético.


Pedro sacó mis jeans por mis piernas, tomando mi ropa interior con ellos.


Tiré de sus pantalones y bóxer lo suficientemente abajo como para sentir el calor de su sólido pene presionando contra mi firme vientre desnudo. Le agarré con ambas manos, tan abundante como era, y lo acaricié con cuidado.


—Mierda, eso se siente bien —Miró mis manos trabajando hacia arriba y abajo, gruñendo en su garganta. Tiró del dobladillo de mi blusa, y lo liberé momentáneamente para levantar los brazos por encima de mi cabeza, permitiéndole extraer la ilícita pieza de tela.


Me arrastré encima de él, así que estaba acostada al ras de su cuerpo, su tensa erección empujando en mi apertura. 


Estábamos tan cerca, sólo unos milímetros más y estaría dentro de mí. Su oscura mirada chocó con la mía y me abrazó sin palabras. Sacudí mis caderas con las suyas, deslizando su pene contra mis pliegues húmedos. Sentí su cuerpo tensarse y cuando abrí mis ojos, los cerró y respiraba de manera desigual.


Los sonidos de susurros suaves salían de la habitación de Lily. Nos apartamos, los ojos buscando al otro.


—¡Pedro! —gritó Lily.


Saltó, poniéndose sus jeans y se fue corriendo a la habitación.


Me senté en el sofá y me puse la ropa. El momento se había ido. Podía oír la voz de Pedro murmurando palabras cariñosas y calmantes para Lily.


Me puse mis zapatos y mi chaqueta. Había sido un día largo, y mis emociones sobre Pedro y las quejas de Lily me dejaron exhausta.


Pedro regresó unos minutos más tarde, luciendo desgastado.


—¿Está bien?


Se frotó la parte trasera del cuello.


—Sí, está bien. Sólo un mal sueño. La puse en mi cama.


Oh.


Miró mi chaqueta y frunció el ceño.


—Se está haciendo tarde —expliqué.


Asintió con la cabeza.


—Sí, supongo que sí —Cruzó la habitación en dos zancadas fáciles y me atrajo a su pecho, plantando un beso suave en mi boca—. Buenas noches.


—Buenas noches —susurré, sin aliento por su beso.


Me acompañó a la acera y se detuvo cerca de la puerta del auto cuando me subí en el interior.


—Así que mañana, ¿verdad? ¿A qué hora?


—A las seis. Nos encontraremos en frente del Sherman Oaks Country Club.


Negó con la cabeza.


—Maldita sea, pastelito…


Sabía que excluí convenientemente que la cena sería en el club de mis padres. 


Le sonreí con dulzura.


—Oh, y ¿Pedro? Usa una corbata —Cerré la puerta de mi auto en su expresión de asombro y él se apartó. Como pasamos de estrella-porno-paciente a pseudo-novio, no tenía ni idea. A pesar del día doméstico que compartimos, no podía olvidar que Pedro y yo veníamos de partes muy diferentes de la vida, y sabía que la cena con mis padres pondría a prueba cualquier relación que habíamos desarrollado.




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