lunes, 12 de diciembre de 2016
ENAMORAME: CAPITULO 27
Me cuesta abrir los ojos y mi boca se encuentra seca y pastosa.
El dolor que siento en mi hombro me trae duramente a la realidad.
El rancho abandonado.
Felipe.
El arma apuntándonos.
Sirenas y…
Dos disparos.
Dos.
Comienzo a abrir los ojos algo desorientada y el único paisaje que veo es una blanca pared, con un pequeño ropero en medio y un soporte para suero. Eso es lo único que encuentro. Me cuesta enderezar el cuello para poder voltearlo y un sollozo escapa de mi garganta a causa del dolor que me produce intentarlo.
—No te muevas por favor.
La voz sonaba dura.
Encolerizada y triste.
«Pedro está aquí»
—¿Dónde estoy? —pregunto sin moverme más.
—En el Surch Medical Hospital.
—¿Qué hago acá?
—Los trasladaron aquí tras el acontecimiento.
—¿Felipe… dónde se encuentra Felipe? —elevo la voz con angustia y me incorporo de golpe quedando sentada en la cama. Mala idea, porque automáticamente me mareo y las náuseas me invaden.
Apoyo la mano en mi frente intentando aclarar mi vista, la que por un instante se nubló. La pesadilla regresó. Puedo recordar todo lo que sucedió y el miedo y las lágrimas ganan la partida. Me pongo a llorar.
Lentamente volteo y ahí lo veo.
Elegante como siempre, meditabundo, reservado y enfadado.
Pero ¿por qué?... creo no haber hecho nada para que él se molestara conmigo.
Lo observo en silencio y él se pone de pie y camina hasta situarse a un lado de mi cama. Sin mucho romanticismo acomoda mis almohadas y con el mando a distancia eleva la cabecera de mi cama unos centímetros, luego como el caballero que es, me entrega su mano para ayudarme a volver a recostarme.
—Pedro… ¿qué pasó? —pregunto angustiada temiendo lo peor.
—Tenemos que hablar —remata finalmente, usando la peor frase que alguien quiere escuchar a lo largo de su vida.
“Tenemos que hablar” «mierda» nada bueno viene luego de eso.
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