jueves, 1 de diciembre de 2016

CONQUISTAR TU CORAZON: CAPITULO 21




Pedro le retiró el pelo de la cara y la besó con tanta pasión como antes. Ella respondió al instante. No tenía elección, él era el dueño de su deseo. La había poseído cuando ella no creía que pudiera desearlo tanto. Y cuando se tumbó sobre la espalda, sin dejar de abrazarla, Paula quedó tumbada sobre él y suspiró de satisfacción.


Ninguno de los dos habló. Ambos intentaban recuperar el aliento. Pedro le acariciaba la espalda y el trasero con suavidad. Paula levantó la cabeza, cruzó los brazos sobre el pecho de Pedro y apoyó en ellos su barbilla. Él tenía los ojos cerrados y la expresión de su rostro era de serenidad.


Ella quería decirle lo que sentía, pero no estaba segura. Y no estaba preparada para comprometer su corazón de manera tan profunda, aunque sabía que su vida había cambiado desde que Pedro había regresado. Volvían a estar juntos en la cama, y la había hecho sentir mucho mejor que la otra vez.


—Hola —dijo Pedro cuando abrió los ojos.


—Hola, teniente.


—Casi me da miedo oír lo que tienes que decir.


—No tengo mucho que decir, Pedro —le acarició los labios con la lengua antes de besarlo. El la abrazó con fuerza—. Juntos somos increíbles, ¿verdad? —dijo ella, y él se giró hacia un lado y le acarició la curva de la cadera.


—Oh, sí.


—¿Y qué pasó cuando estuviste en el agua durante horas?


—Creía que no me estabas escuchando.


—No lo hacía, pero de eso sí me enteré.


—Al final nos dejaron salir y nos comimos las sobras de la comida anterior que estaban en la basura.


—Aghh —dijo ella, y se sentó—. Qué asco.


—Es cuestión de supervivencia, cariño. Cuando se tiene hambre, se come lo que hay —no pudo resistir la tentación de tocar su pecho desnudo. Alzó la cabeza y le acarició el pezón con la lengua.


Paula gimió y él le cubrió los pechos con las manos, masajeándoselos a la vez que succionaba. Ella comenzó a acariciarle el pecho y el vientre. Al ver que sus músculos abdominales se tensaban, sonrió.


—Paula.


Ella lo miró y deslizó la mano hasta cubrir su miembro viril. Al sentir que ya estaba excitado lo miró arqueando las cejas.


—Es mi estado habitual cuando tú estás cerca.


Entonces, ella se agachó y se lo acarició con la lengua. El gimió y se agarró a las sábanas. No podía soportar lo que ella le hacía sentir. Quería soportarlo, pero era superior a sus fuerzas.


La agarró por las axilas y tiró de ella hacia arriba.


—Será mejor que hagamos algo al respecto —dijo él—. Ahora mismo.


—En eso estaba —dijo Paula con una sonrisa, y se sentó a horcajadas sobre Pedro.


Él no le dio tiempo ni para respirar y la penetró. Ella se rió y, apoyando las manos sobre su pecho, comenzó a cabalgar, moviéndose con fuerza y sin dejar de mirarlo. Pedro se incorporó, hizo que Paula lo abrazara con las piernas y comenzó a moverse más rápido. Ella lo agarró por los hombros y empujó con fuerza.


—Estás muy caliente —dijo él, y ella le contó lo que sentía al tenerlo en su interior. Pedro la tumbó sobre la cama y continuó penetrándola, cada vez más rápido, mientras ella se reía y pedía más. Se giraron en la cama y cayeron al suelo. Sin parar.


Entonces, moviéndose al mismo ritmo, alcanzaron el clímax.


—Paula —la llamó una y otra vez hasta que se estremeció y tensó todo su cuerpo, vertiendo la semilla en su interior. 


Después, se tumbó a su lado.


—Guau —dijo él.


—Bravo, marino —dijo ella entre risas.


Él soltó una carcajada y la besó.


Al cabo de un rato, regresaron a la cama.








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