martes, 27 de diciembre de 2016

CHANTAJE: CAPITULO 1






EL AMBIENTE en la reunión era tenso, todos los ojos estaban pendientes del hombre que estaba sentado en la presidencia de la mesa.


Pedro Alfonso, multimillonario griego y objeto de las fantasías de millones de mujeres, estaba sentado cómodamente en su butaca y lo único que indicaba que había oído la acalorada conversación que acababa de tener lugar era el brillo mortal de sus Ojos.


Aquel hombre, de espaldas anchas e increíble belleza, había trabajado muchas horas para cerrar aquel negocio.


Los hombres presentes esperaban su veredicto y lo observaban con una mezcla de admiración y envidia. Las dos mujeres sentían algo completamente diferente.


Por fin, tras lo que a los demás se les antojó una eternidad, tomó aire y habló.


-Quiero esa isla -declaró mirando a sus empleados con sus penetrantes ojos negros-. Hay que buscar otra solución.


-No hay solución -contestó alguien con valentía-. En los últimos veintiséis años, muchas personas han intentado comprarle esa isla a Theo Kouropoulos y no vende.


-Venderá -dijo Pedro muy seguro de sí mismo. Los miembros del consejo se miraron unos a otros preguntándose qué iban a hacer para que se produjera el milagro.


-Por lo visto, estaría dispuesto a vender si... cambiaras tu imagen -le dijo su abogado.


El ambiente alrededor de la mesa se hizo todavía más tenso.


-¿Mi imagen? -sonrió Pedro.


Su abogado sonrió nervioso.


-Hay que tener en cuenta que Theo Kouropoulos lleva casado cincuenta años con su esposa, tienen seis hijos y catorce nietos y para él los valores familiares son muy importantes. Blue Cove Island es un lugar de veraneo familiar. Tal y como están las cosas ahora mismo, no le pareces el comprador ideal -le explicó-. Lo que dijo exactamente fue: «Es un hombre de negocios frío y rudo que tiene fama de donjuán y que no respeta en absoluto los compromisos de la vida familiar».


-¿Y? -preguntó Pedro enarcando una ceja.


Alec miró al director financiero en busca de apoyo.


-Y que no quiere venderte una isla que está orientada hacia las vacaciones familiares porque tú estás acostumbrado a ofertar destinos paradisíacos para solteros y matrimonios sin hijos, pero, según él, no tienes ni idea de cómo gestionar Blue Cove Island.


-Expones sus razonamientos muy bien -comentó Pedro peligrosamente-. ¿Trabajas para él o para mí?


-La realidad es que no te va a vender la isla si no cambias de imagen -insistió Alec-. Tendrías que casarte -contestó el abogado.


El silencio se hizo demoledor.


-No pienso casarme -declaró Pedro.


Se produjeron unas cuantas risas nerviosas.


-Bueno, en ese caso -carraspeó Alec rebuscando entre sus papeles-, me gustaría que fueras a ver a esta gente en Londres. Son una empresa es pecializada en asesoramiento de imagen pública. Sus resultados son increíbles y son discretos.


Pedro estudió en silencio el informe mientras intentaba controlar las intensas y desagradables emociones que le había producido la idea de casarse.


Había enterrado aquellos sentimientos en los rincones más oscuros de su alma y su repentina aparición no le había gustado.


Casarse no era la solución al problema que tenían entre manos, así que la única opción era cambiar de imagen.


Pedro apretó los dientes con impaciencia. Lo cierto era que jamás le había importado la opinión de otras personas. 


Hasta aquel momento. Su reputación le estaba impidiendo comprar Blue Cove Island.


Nada en su expresión revelaba lo importante que aquella compra era para él.


Quería aquella isla.


Llevaba veintiséis años queriéndola, pero lo había disimulado, había esperado el momento oportuno.


Y ese momento había llegado.


-Está bien -declaró poniéndose en pie-. Cambiaré de imagen




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