sábado, 5 de noviembre de 2016

SOMBRAS DEL PASADO: CAPITULO 4




Pedro se acomodó en su asiento, mientras el coche avanzaba por el denso tráfico nocturno. A su lado, Paula no paraba quieta.


–¿Señor Alfonso? Este vestido es bastante más atrevido de los que suelo ponerme. Y tengo un mal presentimiento.


Pedro se giró para mirarla, recordándose que las mujeres de amables sonrisas que se autodefinían como enamoradizas no estaban en su lista.


–Llámame Pedro.


–No puedo llamarle Pedro. No me parece bien trabajando en su empresa. Usted me paga el sueldo.


–¿Yo te pago? Pensé que me habías dicho que eras una becaria.


–Lo soy. Paga a sus becarios bastante más que la mayoría de las compañías, pero ese es otro tema. Sigo teniendo ese mal presentimiento.


Pedro apartó los ojos de sus labios y trató de controlar las imágenes subidas de tono de su cabeza.


–¿Y qué terrible presentimiento es ese?


–Uno en el que su novia se entera de que soy su cita esta noche.


–Se enterará.


–¿Y no le importa?


–¿Por qué iba a importarme?


–¿No es evidente? Porque no se ha creído que fuera la limpiadora. Ella creyó que usted y yo… Bueno… –dijo sonrojándose–, si descubre que hemos estado juntos esta noche, entonces pensará que tenía razón y que estábamos mintiendo. Aunque, si la gente usara su cabeza, se darían cuenta de que, si ella es su tipo, es imposible que yo también lo sea.


Pedro intentó descifrar aquel comentario.


–¿Te preocupa que piense que nos estamos acostando? ¿Por qué te parece una idea tan terrible? ¿Acaso no me encuentras atractivo?


–Esa es una pregunta ridícula –dijo Paula cruzándose la mirada con él unos instantes antes de volver a apartarla–. Lo siento, pero eso es como preguntarle a una mujer si le gusta el chocolate.


–Hay mujeres a las que no les gusta el chocolate.


–Mienten. Quizá no lo coman, pero eso no quiere decir que no les guste.


–¿Así que soy como el chocolate?


Pedro intentó recordar cuándo había sido la última vez que se había divertido tanto con alguien.


–Si me está preguntando si pienso que es una mala tentación para mí, la respuesta es sí. Pero, dejando a un lado el hecho de que es completamente inadecuado, no sería capaz de relajarme lo suficiente como para acostarme con usted.


Pedro, que nunca había tenido problemas para acostarse con una mujer, asumió el reto.


–Estaría encantado de…


–No –lo interrumpió muy seria–. Sé que es muy competitivo, pero olvídese. Vi su foto en esa piscina. De ninguna manera me desnudaría ante un hombre con un cuerpo como el suyo. Tendría que esforzarme en mostrar mi lado bueno y esa tensión acabaría con la pasión.


–Ya te he visto en ropa interior.


–No me lo recuerde.


Pedro advirtió la mirada divertida del conductor y se quedó mirándolo muy serio. Vassilis llevaba con él más de una década y solía opinar sobre la vida amorosa de Pedro. Era evidente que le caía bien Paula.


–Es cierto que, siendo mi acompañante esta noche, mucha gente pensará que nos estamos acostando –dijo Pedro volviendo a la conversación–. No conozco la lista de invitados, pero imagino que algunos de ellos serán colegas tuyos. ¿Te molesta?


–No, así no parecerá que estoy desesperada, lo cual es bueno para mi orgullo. De hecho, es el momento perfecto. Justamente esta mañana me he embarcado en un nuevo proyecto, Operación Dama de Hielo. Seguramente se preguntará de qué se trata.


Pedro abrió la boca para decir algo, pero ella siguió hablando.


–Voy a buscar sexo sin amor. Eso es –dijo y asintió–. Sí, me ha escuchado bien, sexo por despecho. Me voy a meter en la cama con un hombre y no voy a sentir nada.


Al oír algo en la parte delantera del coche, Pedro apretó un botón y cerró la pantalla que había entre Vassilis y ellos para tener intimidad.


–¿Tienes a alguien en mente para la operación… Dama de Hielo?


–Todavía no, pero, si creen que es con usted, me parece bien. Se verá bien en mi currículum sentimental.


Pedro echó la cabeza hacia atrás y rio.


–Paula, no tienes precio.


–Eso no me suena a cumplido –dijo ajustándose el escote del vestido, y a punto estuvo de mostrar sus pechos–. Parece que está diciendo que no valgo nada.


Pedro apartó la mirada y pensó que aquella era la noche más divertida que había pasado en mucho tiempo.



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