jueves, 3 de noviembre de 2016

PELIGROSO CASAMIENTO: CAPITULO 28




Lo guió hacia la cabaña del jardinero. En su cabeza estaba desplegando un mapa interior. Estaban casi en agosto y el nivel de humedad rondaba el noventa por ciento, pero aquello no iba a detenerla.


La cabaña estaba en penumbra y la temperatura era unos diez grados más baja, pero seguía siendo sofocante.


Paula cerró la puerta, dejándolos en una semioscuridad. 


Tres ventanas altas al fondo de la cabaña permitían la entrada de un poco de luz.


Pedro se giró hacia ella.


-¿Qué quieres que haga?


El deseo que brillaba en sus ojos era inconfundible. Su voz también lo delataba. Paula sintió una ola de calor que le atravesó los muslos hasta alcanzar aquel rincón oculto que sólo Pedro había alcanzado.


-Quítate la ropa -le ordenó sucintamente.


-Eso puedo hacerlo sin ningún problema.


Una tenue sonrisa le asomó a los labios mientras despacio, muy despacio, se fue desabrochando la camisa. Sin apartar los ojos de los suyos, se la sacó por los hombros. A Pau le latía el corazón a toda prisa. La visión de aquel pecho perfecto siempre le provocaba aquella reacción. El cuero silbó al rozar la tela vaquera cuando se sacó el cinturón de la trabilla con un sólo movimiento. Luego se sacó las botas, se inclinó e hizo lo mismo con los calcetines. Pau estaba cautivada por sus movimientos y por su bien definida musculatura.


El inconfundible sonido de la cremallera al bajarse la obligó a mirarlo de nuevo a los ojos. La siguiente respiración se le quedó atrapada en los pulmones. El calor que desprendían aquellos ojos oscuros la hizo temblar de deseo.


-Quiero que me hagas el amor, Pedro - murmuró.


La media sonrisa del detective se transformó en un gesto radiante.


-Pensé que nunca me lo pedirías.


Con los pantalones desabrochados, dejando al descubierto todavía más aquel torso increíble, Pedro avanzó hacia ella muy despacio, tomándose su tiempo, convirtiendo cada paso en un acto de seducción.


-Yo... hablaba en serio cuando te dije que te quería.


Ya estaba, ya lo había dicho. El corazón de Pau se le iba subiendo poco a poco a la garganta a cada paso que él daba.


-Bien.


Pedro se detuvo a unos centímetros de ella, la miró y colocó la boca sobre la suya. El beso duró sólo unos segundos, fue muy breve... Sólo un adelanto de las cosas que vendrían después. Daba la impresión de ser una promesa.


-Porque no me gustaría nada estar yo solo en esto -murmuró Pedro sobre sus labios-. Te quiero, Pau. Por favor, no permitas que mi trabajo en la Agencia te aparte de mí.


Ella se apartó un momento para observar su expresión expectante.


-Tu dedicación hace que te quiera todavía más -aseguró Pau con una sonrisa, sintiéndose de pronto muy traviesa-. Así que déjate de rodeos. Ya he esperado demasiado para esta actuación.


Pedro volvió a besarla, profunda y apasionadamente.


Esta vez, ella supo que era una promesa.




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