jueves, 27 de octubre de 2016

PELIGROSO CASAMIENTO: CAPITULO 5





Dos horas y media más tarde, Pedro estaba sentado en la zona de recepción del despacho de David Crane, situado en la planta décima de los laboratorios Chaves.


Pedro había necesitado una hora entera para convencer a su cliente de que accediera a llevar a cabo su plan. Ella había hecho todo lo posible por intentar disuadirlo, y lo cierto era que había estado a punto de conseguirlo. Cuando Pedro le explicó al detalle lo que pensaba hacer, la joven accedió a regañadientes. El detective le hizo unas cuantas preguntas más respecto al proyecto Kessler mientras ella devoraba media pizza. Aunque todavía albergaba sus dudas respecto a quién era verdaderamente ella, tenía que reconocer que era extraordinariamente inteligente y parecía saberlo todo de la empresa.


Sus recursos lo habían sorprendido. Pedro esperaba encontrarse con una niña mimada incapaz de manejarse más allá de su ambiente. Si todo lo que le había contado era verdad, la joven había escapado de un asesino y había conseguido ocultarse sin la ayuda de nadie.


Tenía que admitir que era impresionante. Pero qué demonios, parecía tan joven... Sobre todo así vestida. Pedro apretó los dientes para obligarse a no pensar en cosas en las que no debería pensar. Por ejemplo, en aquella boca tan dulce. Sus labios tenían una forma sexy que invitaba a besarlos. Era menuda pero de ella emanaba un aire de fortaleza. Lo había sorprendido en muchos sentidos.


En el plano profesional, si no se trataba de la verdadera Paula Chaves, ocuparía un puesto alto en Cphar o sería una espía bien entrenada por la competencia.


Pedro no había estado nunca en la sede de los laboratorios Chaves. El sitio era impresionante. El edificio, que constaba de diez plantas y estaba hecho en cristal y acero, estaba situado en medio de un terreno de al menos veinte acres a más de veinticinco kilómetros del mundo civilizado.


-Señor Alfonso -dijo una secretaria con aspecto pulcro y eficiente-. El doctor Crane lo recibirá ahora mismo.


Pedro se puso de pie y la siguió por el pasillo que llevaba a un inmenso despacho. Se preguntó si Crane lo recordaría pero aquella idea lo hizo reírse por dentro. Era difícil olvidarse del hombre que te había salvado la vida. Y Pedro lo sabía bien. Crane había salvado también la suya. Los tres días con sus noches que habían pasado juntos avanzando por el desierto estaban grabados a fuego en su cerebro. 


Nunca podría olvidarlo. La muerte les había pasado rozando a ambos y finalmente se habían salvado el uno al otro.


Crane se levantó cuando lo vio entrar en su despacho.


Pedro! ¿A qué debo el honor de tu visita? -le preguntó Crane estrechándole la mano con efusividad-. ¡Cuánto tiempo ha pasado!


-Demasiado -respondió Pedro con una sonrisa.


A Crane le había ido también bastante bien. Todavía parecía estar en forma y tenía buen aspecto.


-Me alegro de volver a verlo, doctor Crane -le dijo.


-Por favor, llámame David -respondió el otro hombre haciendo un gesto con la mano-. Después de todo lo que hemos pasado juntos sobran las formalidades. Siéntate, por favor.


-Parece que has subido en la vida -comentó Pedro tomando asiento en uno de los sillones de cuero que había frente al escritorio y echando un vistazo rápido al lujoso despacho.


-Tengo que decir que me gusta mucho más esto que el desierto iraquí -bromeó Crane sentándose también.


-Apuesto a que sí -respondió Pedro riéndose.


En la pared de detrás del escritorio colgaba un óleo abstracto con aspecto de caro. Los colores eran tan vívidos que parecía casi tridimensional. Aquel cuadro le inquietaba, pero Pedro no podía precisar con exactitud la razón.


-Mi secretaria me ha dicho que ahora trabajas para la prestigiosa Agencia Colby -dijo Crane colocando los brazos en los de su silla-. Ya veo que a ti tampoco te ha ido mal. 
Escucha: Dentro de unos minutos tengo una reunión que desgraciadamente no puedo anular -aseguró frunciendo el ceño-. Creo que deberíamos cenar esta noche y hablar de los viejos tiempos. Pero dime, ¿qué puedo hacer por ti? Cualquier cosa. Lo que sea.


Crane parecía un hombre honrado a ojos de Pedro. Tenía la mirada limpia y sincera. El hombre que Pedro había conocido años atrás no era capaz de mentir tan bien. 


Seguramente no habría podido convertirse en un maestro del engaño en aquel intervalo. Paula Chaves tenía que estar equivocada. O tal vez se tratara de algún tipo de montaje. 


Pero no había forma de saber quién era el organizador.


-Estoy investigando un laboratorio de investigación para uno de vuestros competidores -mintió Pedro soltando la coartada que le había asegurado a su cliente que contaría para explicar su presencia en Cphar-. Alexon quiere comprar Camden, pero no están convencidos de que se trate de una inversión segura. Creo que tú conoces bien Camden.


Pedro se detuvo un instante para que sus palabras surtieran efecto.


-¿Sabes algo que pueda cambiar los planes de Alexon? Sé que corro un riesgo al contarte sus intenciones, pero pensé que podía confiar en ti.


Crane apoyó la barbilla en los nudillos de una mano y consideró la pregunta.


-Hemos trabajado con Camden de vez en cuando y nunca hemos tenido ningún problema. Su reputación es sólida pero financieramente están muy mal -aseguró Crane frunciendo el ceño-. Aunque problemas económicos aparte, no sabía que estuviera en venta. Estoy sorprendido. Howard Camden siempre me ha jurado que no vendería a nadie más.


-Camden todavía no lo sabe -respondió Pedro con una sonrisa.


-Ya veo -comentó Crane asintiendo con la cabeza-. Una Opa hostil. Interesante.


-Alexon, quiere conocer los progresos que está realizando Camden con un nuevo fármaco contra el cáncer -comentó Pedro encogiéndose de hombros para fingir desinterés-. Tú sabrás más de esas cosas que yo. Es una especie de agente neutralizador de células relacionado con el tratamiento contra el cáncer. Me han dicho que la primera empresa que lo consiga se forrará.


Crane se quedó muy quieto pero no mostró ninguna otra señal de incomodidad o de sospecha.


-¿De veras? No sabía nada de eso tampoco. ¿Sabes si están preparados para salir al mercado?


La última pregunta de Crane ocultaba una inquietud velada que se esforzó en disimular. Pedro había tocado el nervio. El detective levantó las manos en gesto de fingida inocencia.


-No. No me han contado nada más -aseguró Pedro entornando los ojos-. Entonces, ¿crees que Camden es una buena inversión?


Los ojos de Crane reflejaban en aquel momento algo distinto. Pedro pensó que tal vez estuviera calculando cómo comprar antes Camden. Lástima que no estuviera realmente en venta. Y desde luego esos laboratorios no estaban investigando con el neutralizador celular. El jefe de seguridad de Alexon, un viejo amigo de Victoria, era quien había sugerido utilizar aquel cebo. Después de Cphar, Alexon era la corporación farmacéutica más importante del país. Pedro había hecho bien al mencionar el nuevo fármaco, el del proyecto Kessler. Había conseguido atraer sin duda la atención de Crane.


-Si Camden está al borde de la bancarrota, no cabe duda de que es una sabia inversión -le aconsejó-. Pero tienes que tener en cuenta que muchas veces se inician rumores para hacer atractiva una empresa que realmente no lo es -aseguró sin tapujos-. Si Camden estuviera al borde de algo tan fuerte dudo mucho que hubiera rumores. Todo estaría controlado. Muy controlado -enfatizó-. Quizá deberías reconsiderar tus fuentes.


-Pues no había pensado en eso -mintió Pedro-. Supongo que si Camden estuviera atravesando problemas económicos este tipo de rumores redundarían en su beneficio.


-Totalmente.


Pedro se puso de pie. Crane hizo lo mismo. Extrañamente, no puso ninguna objeción a que se marchara ni volvió a sacar el tema de salir a cenar.


-Gracias por tu ayuda -dijo Pedro extendiendo la mano-. Tal vez alguna vez pueda hacer lo mismo por ti.


-La Agencia Colby ya cuida muy bien de nosotros -aseguró Crane estrechándosela-. Pero lo recordaré.


Pedro vaciló un instante antes de marcharse.


-Por cierto, Victoria me pidió que preguntara por la salud del señor Chaves.


-Me temo que no está muy bien -aseguró Crane ensombreciendo la expresión-. Estos días apenas está lúcido.


-Lamento oír eso -dijo Pedro-. ¿Y cómo está su hija Paula, dadas las circunstancias?


-Lo está llevando lo mejor posible -respondió Crane sin vacilación.


-Tal vez debería pasar a ofrecerle las condolencias de la Agencia.


-Está de viaje de negocios en Boston -respondió Crane muy deprisa, demasiado deprisa-. Le diré que la señora Colby se ha interesado.


Pedro asintió con la cabeza y salió del despacho. Se tomó su tiempo para llegar hasta el ascensor. Aunque no estaba muy seguro de que Crane ocultara algo importante y desde luego no pensaba que fuera el monstruo que Paula Chaves había descrito, Pedro tuvo la absoluta seguridad de que lo observaban cuando se dirigió a la salida.









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