jueves, 25 de agosto de 2016

ESCUCHA TU CORAZON: CAPITULO 12



Pedro


«Me parece que esto se nos ha ido de las manos», pienso cuando siento cómo las delicadas y suaves manos de Paula me acarician.


Joder, su cuerpo me gusta demasiado. Y no es una remilgada. Se ha dejado llevar y, lo que es más, me sigue el juego. Joder, joder, joder. Si sigue acariciándome así no voy a poder pensar.


—Para, Paula —le pido.


—Ni hablar —replica antes de que sienta cómo sus labios y su lengua recorren mi miembro—. Voy llevarte al mismo sitio al que me has llevado tú antes.


—Mira que te gusta mandar —exclamo entrecortadamente—, pero no importa. Me gusta. ¿Qué más quieres que haga?


—Disfruta.


Intento poner la mente en blanco. O pensar en la alineación de mi equipo de fútbol. Quizá así consiga aguantar


Porque lo que la niñita de ciudad me está haciendo es tan placentero como insoportable y tengo miedo de no aguantar.


Por desgracia, parece que mi mente no está ahora en mi cabeza, sino en otra parte de mi cuerpo.


—Paula, no puedo más.


Al escuchar esto, detiene sus besos y caricias y, con una asombrosa agilidad, se coloca a horcajadas sobre mí y nos volvemos uno.


—Esto es lo que he deseado desde que me has quitado la primera bota.


Una afirmación como esa no hace sino ponerme más cachondo todavía. Se incorpora hacia adelante para sentirme más dentro de ella. Su melena castaña acaricia mi pecho, lo que me provoca un escalofrío, y sus labios rozan los míos, dejándome con ganas de más.


Empezamos a movernos al unísono y, por extraño que parezca, por diferentes que seamos, en este preciso momento, siento que estamos hechos el uno para el otro. 


Nuestros cuerpos encajan a la perfección. Algo que rara vez ocurre.


Paula se contonea sobre mi cadera y yo dejo que lleve el mando porque sabe lo que se hace. Primero despacio y, luego, cada vez más rápido.


Pedro, yo… —gime.


—Adelante.


Siento cómo sus músculos se contraen a mi alrededor cuando el orgasmo recorre su cuerpo. Se deja caer con un suspiro sobre mí y yo, con un último movimiento, la aprieto con fuerza antes de dejarme ir como nunca antes lo he hecho.


No sé lo que es, pero Paula tiene algo especial y pienso averiguarlo.


La estrecho entre mis brazos para impedir que se mueva y le acaricio la espalda hasta que me percato de que su respiración, antes agitada, ahora es suave y acompasada.


Sonrío y me abandono a los brazos de Morfeo sin soltarla.


Al rato me despierto con un poco de frío y decido que, aunque no suele ser política de la casa, igual he de subir un poco la temperatura del termostato. Con cuidado, me levanto del sofá sin despertar a Paula y cojo la linterna. Recojo mi ropa y me visto. Luego, cojo una manta y la arropo para que no se resfríe.


Compruebo que, pese a que seguimos incomunicados, la luz ha vuelto así que voy a la cocina y me siento allí. Necesito separarme un poco de mi inquilina para analizar todo lo que acaba de pasar.


Paula me gusta, sí. Es guapa, es divertida e, incluso, tenemos alguna cosa en común. Pero es de otro mundo. 


Para ella yo soy como de otra galaxia. Sí, puede que se lo haya pasado bien esta tarde. «Más que bien», me digo a mí mismo. Aun así, estoy seguro, total y absolutamente convencido, de que cuando se despierte esto no va a haber significado nada para ella.


Sé cómo son las chicas de su clase. Sé lo que les importa y lo que les interesa y, desde luego, en esa categoría no estamos los ganaderos de pueblo.


Pongo una cafetera en el fuego y espero a que empiece a burbujear. Será mejor olvidar lo que ha pasado. Lo hemos pasado bien, pero eso es todo.


Esa chica no es para mí. Y yo no soy para ella.


No sé qué cable se me ha cruzado antes. Al final será verdad eso de que los hombres pensamos con nuestras partes en vez de con la cabeza. Ha sido cogerle la pierna para quitarle la bota y he perdido el control. ¡Mierda!


Ahora cuando se despierte, aquí no ha pasado nada. Tendré que mantener la distancia de seguridad porque si me acerco a ella no estoy seguro de tener fortaleza mental suficiente para mantener mis manos separadas de su cuerpo.


Al cabo de un rato, me percato de que se está desperezando. Me acerco hacia ella y le ofrezco una taza de café. Al cogerla, roza mi mano y no puedo evitar estremecerme. Odio que me haga sentirme así, atraído por ella sin remedio. Pero no, no podemos estar juntos. No pienso volver a pasar por eso.


—Ha vuelto la luz —la informo.


—Ya lo veo —responde sin poder ocultar un bostezo—. Si quieres podemos seguir jugando… No tienes más que apagar el interruptor —dice con voz seductora.


—Será mejor que subas a casa.


Sé que estoy siendo un borde. Sé que mi comportamiento, mi tono y esa frase tan seca no tienen perdón. Y sé que me va a odiar. Pero es la opción más segura. Mantenerme alejado de ella. Es la única solución.


—¿Qué?


Me mira incrédula, como si no pudiera creer lo que oye. Me apuesto lo que quieras a que lo único que le jode es que sea yo el que le dé la patada y no al revés. Lo que le revienta, estoy seguro, es que alguien no le baile el agua. Tengo absoluto convencimiento de que más allá del buen rato que hemos pasado no tiene ningún otro interés en mí. Para ella, yo estoy a otro nivel. Y, es uno que está por debajo del suyo, eso seguro.


Se pone en pie y me mira con desprecio.


—De acuerdo —me devuelve la taza de café intacta—. Gracias, pero ya me haré yo una arriba.


No le respondo. Solamente la observo salir de mi casa, tiesa como un palo y con la cabeza erguida. Desde luego, a orgullosa no le gana nadie.


4 comentarios:

  1. Pero qué terco que es Pedro, ¡por qué no puede relajarse y pensar que puede pasarlo bien con Pau? Muy divertida esta historia jajaja.

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  2. Que capítulos!!! Que cobarde Pedro! Esta le va a salir caro. No creo que Pau se la deje pasar así nomas... 😳

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  3. Que capítulos!!! Que cobarde Pedro! Esta le va a salir caro. No creo que Pau se la deje pasar así nomas... 😳

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