jueves, 28 de julio de 2016

¿LO DESCUBRIRA?: CAPITULO 13




De regreso a la casita, Paula se secó, se puso el camisón y fue a lavar los platos de la cena maldiciendo a Pedro y sus malditas e inútiles puertas de seguridad.


Pero estaba satisfecha porque había conseguido hacer lo que se había propuesto: terminar con Carlos sin demasiado disgusto. Estaba segura de que él iba a proponerle matrimonio y ella había conseguido evitarlo. Pero si de verdad la quería, ¿por qué había cedido con tanta facilidad?


Sin darse cuenta, volvió a pensar en Pedro. No podía imaginárselo aceptando un rechazo cuando quería algo o a alguien. Incluso con Anabella no había renunciado a ella por lo que la madre había dicho, sino porque se dio cuenta de que era solo la mensajera y que era Anabella quien no lo consideraba lo suficientemente bueno. Y su reacción no había sido de decepción, sino de ira. Paula lo sabía bien pues había recibido la revancha aunque en forma de pasión. 


De todos modos, ella se lo había buscado haciendo de segundona de Anabella.


Pero eso había sido entonces. Ya no estaba bajo la sombra de su hermana y podía hablar con ella sin envidia. Su propia vida era más feliz y tenía más sentido.


Sin embargo, la antigua Paula volvía a ratos.


De acuerdo. Ya no perseguía a Pedro como un cachorrito, ni veneraba sus sabias palabras. Ni se preocupaba de si la veía o no. Había abierto los ojos y lo veía tal cual era. Un inteligente, arrogante y atractivo canalla. Pero, sin embargo, había sucumbido ante él.


¿Por qué? Esa era la cuestión. Pensó en la noche anterior.


Él había ido a hablar sobre el arrendamiento y los mensajes de Dario y le había ofrecido ayuda. Ella la había rechazado sugiriendo que quería comprarla y él había contestado que nunca había sido necesario. De ahí, las cosas habían degenerado. Habían terminado hablando de sexo y ella se había sentido repelida y, a la vez, fascinada. Pero no había nada de falso en sus gemidos y en el orgasmo que él le había provocado.


Paula se sintió estremecer. La respuesta era que estaba necesitada. Así de simple. Necesitaba tener una relación sexual. Después de tres años de castidad, su cuerpo la había traicionado.


Que lo hubiera hecho con Pedro no tenía un significado especial. Él era quien estaba allí en ese momento. Era muy bueno en lo que hacía y ella había sido débil. Fin de la historia.


Tenía que enfrentarse a ello. No era tan autosuficiente como creía.


Se dijo que nunca más le sucedería pero una voz interior se burló diciendo: «¿a quién pretendes engañar?».


Era tarde y estaba cansada. Subió las escaleras, comprobó que Dario estuviera durmiendo y fue a acostarse.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario