miércoles, 11 de mayo de 2016

CENICIENTA: CAPITULO 24




Roberto Alfonso le estaba pagando a Paula una importante suma de dinero, pero el trabajo no incluía planear fiestas. 


Aceptó el trabajo extra porque la gala anual de AlTel incluía recaudar dinero para obras benéficas. La otra parte de la ecuación era que todo su trabajo con Pedro desembocaba en aquella noche. Tenía que ser perfecta.


Haría todo lo posible para que así fuera.


Paula llegó unos minutos tarde y con un tremendo dolor de cabeza al salón de baile en el que se iba a celebrar la gala. Ana, la hermana de Pedro, ya estaba allí.


Ana sonrió y le estrechó la mano a Paula.


–Gracias por reunirte conmigo y ayudarme. Me siento fuera de lugar con este tipo de cosas. 


Llevaba la larga melena castaña, del mismo color que Pedro, recogida en una coleta. 


Su actitud exudaba elegancia y profesionalidad.


–No es ningún problema. Tengo mucha experiencia organizando fiestas para clientes.


Pensar en la gala ponía triste a Paula. Aquella noche significaba el fin del trabajo con Pedro. Él volvería a su vida y ella a la suya.


Las dos mujeres avanzaron por el opulento espacio repasando las notas que les había dado el asistente de Roberto Alfonso. Los manteles de lino, la decoración y el menú se habían decidido meses atrás. Paula y Ana solo tenían que hablar de los tiempos de la fiesta, ya que Roberto haría entonces su gran anuncio y Pedro se encargaría de los comentarios finales.


–Creo que una hora será suficiente para el cóctel –dijo Paula–. Me aseguraré de que los medios estén situados en un buen lugar para verlo todo. Luego tu padre pronunciará su discurso, que espero sea corto.


Sonó el móvil de Paula, pero ella dejó que saltara el buzón de voz.


Ana dejó escapar un suspiro que daba a entender que no lo encontraba gracioso.


–Yo no apostaría por ello. A mí padre le encanta el sonido de su propia voz.


–Todavía tengo que trabajar en el discurso de Pedro, así que ayudaré también a tu padre. Si se extiende demasiado las televisiones cortarán la emisión. Después de eso, Pedro se subirá al escenario, dirigirá unas palabras, brindaremos y se servirá la cena.


–El rey habrá subido al trono. Es como una especie de coronación – murmuró Ana–. Mi padre lleva esperando este momento desde que Pedro nació. Pero todos creíamos que esto sucedería cuando mi padre se jubilara, nunca imaginamos que tendría lugar porque se estuviera muriendo.


Paula sintió lástima por Ana y también por Pedro. Ver apagarse a su padre debía ser algo muy difícil.


–No puedo ni imaginar lo duro que debe ser para vosotros –volvió a sonarle el teléfono, pero dejó de nuevo que saltara el contestador.


–Gracias –dijo Ana–. No estoy muy segura de por qué mi padre me ha puesto al mando de los detalles finales de la fiesta, aunque supongo que quiso arrojarme un hueso.


–¿Arrojarte un hueso?


Ana miró al techo.


–Me sorprende que Pedro no te lo haya contado. He estado esperando para ocupar el lugar de Pedro desde antes de que mi padre enfermara. Me gustaría ser yo quien cumpliera su sueño para AlTel. Desgraciadamente, la lógica de mi padre está anclada en los años cincuenta. Cree que las mujeres deben dedicarse a ir de compras, no a los negocios.


Pula no pudo evitar simpatizar con Ana.


–Mi padre me trata igual. Está esperando a que caiga para poder decirme que ya me lo advirtió. Por supuesto, eso me lleva a trabajar más duro para demostrarle que está equivocado.


Ana sonrió.


–Exacto. ¿Sabes lo duro que trabajé en Harvard para sacar mejores notas que Pedro y demostrarle a mi padre que soy
igual de capaz que él?


–Me lo imagino. Tu hermano es un tipo muy inteligente.


El teléfono de Paula sonó por tercera vez.


–Hay alguien que quiere ponerse en contacto conmigo a toda costa. Lo siento mucho.


–No pasa nada.


–Hola, soy Paula –contestó.


–Señorita Chaves, soy Beth, una de las productoras de Midnight Hour. Hemos tenido una cancelación de última hora para el programa de esta noche. Uno de nuestros invitados se ha puesto enfermo. ¿Sigue disponible Pedro Alfonso? Nos encantaría contar con él.


Paula consultó su reloj.


–¿A qué hora?


–¿Podría estar aquí dentro de una hora para maquillaje y peluquería?


–Sí, por supuesto. Allí estaremos.






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